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((**Es15.703**) en árbitro de la situación. Desde Novara a Turín, aquellos trabajadores se mostraron satisfechísimos de la compañía de don Bosco y escucharon, callados y respetuosos, su santa palabra de religión, dirigida precisamente a ellos y, una vez llegados a Turín, besaron con respeto su mano al despedirse. Estos tres sencillos episodios, de los que fue testigo el que suscribe, sucedieron de 1868 al 1875. De donde podemos concluir que, desde entonces, el Ven. don Bosco, tanto en la corte pontificia como en el ambiente obrero y entre los aprendices de las escuelas nocturnas de Roma, era tenido por santo. FELIPE TOLLI III (el original en francés) Un donativo y una vocación Sor María Gabriela, procuradora de las Norbertinas, escribe desde el Castillo de Grimberghe, en Brabante: Era hacia el año 1875 cuando ocurrió lo siguiente. Una señorita del mundo, muy rica, deseaba entregarse a Dios, pero los obstáculos eran numerosos. Su tutor, ya que ella era huerfanita, le ponía impedimentos, a su parecer insuperables. Dicha señorita fue a visitar a don Bosco, le contó su vida y le manifestó su gran deseo de hacerse religiosa cuanto antes. -Padre mío, dijo la Señorita X, si usted me obtiene esta gracia, dentro de tres semanas, le entregaré cincuenta mil francos para sus obras. Obtuvo el favor, ((**It15.827**)) y cumplió gozosamente la promesa. El año pasado, una monja de una gran Orden entregaba a Dios su bella alma de fe, tras haber practicado, durante largos años, las más admirables virtudes del Claustro. IV (el original en francés) Don Bosco en Tolón, el año 1879 El abate Esteban Monteils, capellán del colegio para niñas de Notre-Dame en Tolón, dirigido por las Ursulinas, escribía al director del Boletín francés: Señor Director: Respondo a la invitación del Boletín, dirigiéndole una reseña ya muy lejana, que mi memoria ha conservado, sin embargo, muy fielmente. Acaso pueda servir este granito de arena para el monumento que ustedes se proponen levantar a la gloria de nuestro nuevo Santo. Era en 1879. De paso por Tolón, don Bosco había predicado en la Catedral un sermón de caridad en favor de sus Obras. Su gran fama de santidad había atraído allí a una enorme afluencia de fieles, ávidos de escucharle, pero más deseosos aún de verle de cerca y aproximarse a él. Cuando bajó del púlpito para dirigirse a la sacristía, hubo que poner en juego todos los medios para librarlo del asedio de la gente, que llevó la indiscreción hasta cortarle trozos de su fajín. A la salida de aquella emocionante ceremonia, el piadoso director de la Escolanía (**Es15.703**))
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