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Bosco fue acogida enseguida con entusiasmo y
conquistó el mundo entero, apenas aparecieron los
primeros destellos de su beneficencia.
Don Bosco, inspirado por Dios, intuyó las
miserias de su tiempo y fundó una legión de
ángeles que, rápidos como el rayo, se esparcieron
por el mundo para curar sus heridas, aliviarle de
sus afanes y, sin demora, la obra del sacerdote
turinés se convirtió en la más popular del
universo.
Este hecho fue un milagro de la divina Bondad,
y tales milagros los hace Dios únicamente por
medio de sus santos.
>>Y no fue un santo don Bosco?
Voy a referirme a tres datos de su vida.
1.°
Don Bosco fue recibido en audiencia personal
por el Padre Santo, Pío IX, que le apreciaba mucho
y lo acogió como un amigo más que como un súbdito.
Al salir de la audiencia, se oyó una sola voz por
las salas vaticanas: <<íAhí va el santo!... Ahí va
el santo!>> Tal voz resonó más suavemente a todo
lo largo de su paso, mientras el humilde Siervo de
Dios transitaba entre las dos filas de
admiradores, prelados... cortesanos, familiares y
católicos, presentes en la sala de audiencias:
todos inclinaban su cabeza en señal de reverencia.
2.§
El día de la audiencia de don Bosco, prestaba
servicio en la antecámara pontificia Mons.
Francisco Ricci Paracciani, camarero secreto de Su
Santidad y luego Cardenal de la S. R. Iglesia.
Admirado de la virtud de don Bosco, Ricci, que
desarrollaba su celo sacerdotal en favor de los
obreros en una escuela nocturna, rogó al Ven.
Fundador de los Salesianos que le hiciera el favor
de acercarse el próximo domingo para hablar a sus
jóvenes del oratorio festivo en la actualmente
desaparecida iglesia de S. Francisco, cerca del
Puente Sixto.
Aceptó don Bosco la invitación, y el modo como
lo comunicó Mons. Ricci a los obreritos fue el
siguiente: <((**It15.826**)) os va
a hablar un santo. Se llama don Bosco y es el
apóstol de la juventud>>. Tuvo lugar la
conferencia, la afluencia de jóvenes fue muy
numerosa, el fruto fue grande, y, cuando se quería
recordar por aquellos jóvenes tan fausta fecha,
todos decían: <>.
3.§
Regresaba yo de Novara a Turín. Me asomé en
busca de plaza a un compartimiento de segunda
clase y vi modestamente arrinconado en un ángulo a
un humilde sacerdote, mientras armaba un enorme
vocerío un grupo de obreros de escasa educación.
Había un asiento vacío y me pareció que pudiera
ser el mío, también para servir de cierto apoyo al
menospreciado sacerdote, que no se encontraba por
cierto en buena compañía.
Me senté a su lado y, al darme cuenta de quién
era, dije en voz alta: <<íDon Bosco!... íQué
alegría poder sentarme a su lado!>> íFue algo
mágico el pronunciar tal nombre! Los obreros
cesaron al instante de armar jaleo y, aunque
estaban un poco chispos, fijaron sobre él su
mirada y, en voz baja, cada uno repitió: <<íDon
Bosco!>>. La batalla estaba ganada, los espíritus
se apaciguaron y el santo salesiano se convirtió
(**Es15.702**))
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