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Gracias de María Auxiliadora, escritas
por don Bosco
A
A mayor gloria de Dios y de la B. V. M.
En el año 1881, hacia primeros de febrero,
comenzó para mí una grave incomodidad en parte
delicada, que me hizo sufrir mucho tiempo. Tras
muchos dolores, mi mal degeneró en tumor maligno
(carcinoma), que, en breve tiempo, amenazaba mi
existencia. El diagnóstico de los médicos era
éste: sin operación, se iba al encuentro de una
muerte próxima. Si la operación se llevaba a cabo,
el éxito era más que dudoso.
En semejante perplejidad, decidí encomendarme a
la S. Virgen, bajo el título de Auxilio de los
Cristianos, y, si la operación tuviese éxito, iría
en peregrinación a Turín, precisamente a la
iglesia consagrada a María Auxiliadora, cumpliendo
una promesa que yo hacía de acuerdo con mi marido.
Llena, por tanto, de confianza en la protección
de la Augusta Reina del Cielo, provista de todos
los consuelos de N. S. R., me sometí a la difícil
operación. Contra toda humana esperanza, resultó
maravillosamente, el mal que amenazaba mi
existencia desapareció y, en el espacio de pocos
días, me encontré perfectamente curada de un mal
que, en casos semejantes, hubiera requerido
seguramente meses y quizá años antes de una
mejoría completa.
Llena de reconocimiento a mi celestial
bienhechora, ofrezco hoy a la misma mi tributo de
gratitud, cumpliendo mis deberes religiosos en la
iglesia precisamente dedicada a M. A. en Turín.
((**It15.810**))
Declaro esto para gloria de Dios y de la verdad,
que aquí, con todo mi buen corazón, atestiguo y
confirmo.
Turín, 13 junio 1882.
La beneficiaria firmaba y repetía la fecha:
ELISA PASCALI RAGGI, de Ascoli Piceno.
Turín, 13 de junio de 1882.
B
Don J. Bonetti la expone. La noble señorita
Barlocci, sobrina de la señora Marquesa Cravosio,
estaba gravemente enferma de fiebres tifoideas,
por lo que sus parientes temían mucho por su vida.
Sus padres, buenos cristianos, acudieron a
solicitar la bendición de María Auxiliadora, que
le fue impartida a la enferma, a la par de alguna
otra oración. La señora Marquesa Cravosio llevó
consigo una medalla de M. A. y, una vez llegada a
casa, llena de fe, la puso al cuello de la joven
enferma. Al instante, cesó la alta fiebre,
desapareció todo peligro y hoy, perfectamente
curada, acude a dar gracias a la Sma. Virgen por
la merced recibida.
En reconocimiento de la misma y para que se
divulguen cada vez más las glorias de María Sma.,
toda la familia pide encarecidamente que se dé al
hecho la difusión que se crea puede fomentar la
mayor gloria de Dios y el bien de todos los que se
vieran afligidos por cualquier malestar o
enfermedad.
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