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-Venid, os divertiréis; se hace gimnasia,
música, deportes, declamación. Hay un teatro. Se
hacen muchas cosas que gustan a los muchachos.
Y éstos iban viniendo en masa. El prado se
quedó pequeño para los juegos porque acudían de
todas partes.
Las diversiones los atraían y la religión los
moralizaba. Unos señores de la ciudad,
colaboradores seglares, personas distinguidas los
acogían con buenos modales, los llevaban a la
iglesia; los sacerdotes los confesaban. Los
señores dirigían las oraciones. Se celebraba la
misa, se predicaba, algunos chicos se acercaban a
la sagrada mesa.
Al mediodía, los muchachos estaban cansados. Se
les despedía o bien se les daba algo de comer.
Cuando volvían, venían muy ((**It15.795**))
contentos, muy felices, muy impacientes, a la una,
a la una y media. A las dos sonaba la campana. Los
chicos querían irse. Decían que estaban cansados
de tanto jugar. Pero la puerta estaba cerrada, y
los señores les invitaban a entrar en la iglesia
para descansar. Se les daba unas instrucciones,
como eso que vosotros llamáis catecismo de
perseverancia; se cantaban las vísperas, había
unas palabras de despedida y, luego, continuaban
divirtiéndose en el patio hasta que oscurecía. Por
la noche, los chicos estaban realmente fatigados.
Si los obreros estaban sin trabajo, los
cooperadores buscaban talleres donde colocarlos y
les seguían los pasos. Y así se evitaba que
hubieran terminado en la cárcel.
Se ha comprobado que muchos chicos y obreros
necesitaban instrucción religiosa. A los cincuenta
años algunos no habían hecho aún la primera
comunión. Se iniciaron las clases nocturnas para
prepararlos a ello. Eran auténticas catequesis,
pero había que halagarles, y acudían de muy buena
gana.
Había algunos que estaban desocupados durante
el día y se les daba clase. Así se acababa con los
vagabundos.
Pero la mayor dificultad estaba en los sin
trabajo, algunos de ellos pobres, abandonados y
harapientos.
->>Y tú no trabajas?
-Voy hecho un andrajoso.
-Se te dará ropa.
-íPero no podré comer hasta que me paguen!
-Se te dará pan.
-íPero estoy en la calle!
-Se te dará alojamiento...
Así se creó esta casa; vino luego el Oratorio
y, después se han puesto en marcha patronatos y
hospicios en Italia, en Francia, en España, en
Brasil, en Uruguay, en la República del Ecuador y
en la Patagonia. Se han fundado ciento cuarenta
casas con más de ochenta mil, casi cien mil
muchachos recogidos, que aprenden un oficio o
estudian, es decir, los dos medios para vivir
honradamente.
Pero, para todas estas casas, hacían falta
sacerdotes y jefes de taller.
Se hizo una selección entre los más dotados e
inteligentes. Y ésos son los que ahora dirigen
casas, talleres y granjas agrícolas.
Estos sacerdotes son también misioneros entre
los salvajes de América. Pero no quiero abusar de
vuestra paciencia. Todo lo que se hace aquí, puede
hacerse en todas las ciudades. Y, apenas se
comienza, acude la divina Providencia. ((**It15.796**))
Veinticinco mil muchachos salen cada año de
nuestras casas y son reemplazados por otros
veinticinco mil. Que es como decir que se les
arranca de la antesala de las cárceles. Son
instruidos y conducidos a la religión y entran en
la sociedad, no como unos desgraciados, sino como
buenos ciudadanos, que honran a la patria, a la
familia y a sus amigos.
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