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((**Es15.673**) de las muchachas; de la formal institución de los Cooperadores y las Cooperadoras aprobada por el Gran Pontífice Pío IX, y enriquecida de gracias y favores señalados; describió las obras principales emprendidas y llevadas a cabo mediante su caridad en Italia, en Francia, en España, en América; la instalación de numerosos hospicios y talleres para enseñar artes y oficios a los muchachos abandonados, para capacitarlos para ganarse el pan honradamente; de la fundación de escuelas agrícolas para adiestrar en el cultivo del campo a los hijos e hijas de familias campesinas y tenerlas de este modo alejadas de ir a servir a la ciudad, donde fácilmente correrían riesgo su fe y sus costumbres; de la apertura de colegios por una pensión módica para que un mayor número de muchachos de talento pudiera recibir instrucción junto con una cristiana educación, de donde salgan con el tiempo buenos sacerdotes, esforzados mjsjoneros o prudentes padres de familia; de la institución de oratorios festivos y campos de juego para atraer a los muchachos al catecismo, tenerlos alejados del ocio y ayudarlos a cumplir sus deberes de piedad y religiosidad. A propósito de ello anunció que poco antes había recibido un telegrama de Faenza, comunicándole la feliz llegada de algunos salesianos que habían sido enviados allí, para abrir un oratorio festivo; y al mismo tiempo dejó la esperanza de que pronto se abriría un oratorio semejante en la misma ciudad de Casale. Habló a continuación de las Misiones en la salvaje e inmensa Patagonia; de las Casas ya ((**It15.790**)) abiertas allí para los hijos e hijas de los salvajes; de la próxima partida de más misioneros para aquellas tierras; y de una casa nueva que iba a abrirse en el imperio del Brasil. Finalmente se puso a hablar de la iglesia y del internado del Sagrado Corazón de Jesús en Roma, cuya construcción se dignó confiar a la caridad de los Cooperadores Salesianos el Pontífice reinante León XIII. Después de haber hablado bastante extensamente de las obras dichas, confesó don Bosco que él solo no habría podido realizarlas, y ni siquiera empezarlas, por lo que alabó, en primer lugar, la inmensa Bondad de Dios; después la caridad de los católicos, sobre todo de sus Cooperadores y Cooperadoras, que sabiendo muy bien en qué se emplea su beneficencia, quien más quien menos, según sus posibilidades, no cesaron de abrirle su mano generosamente. Al llegar aquí don Bosco, dirigió a su auditorio una calurosa llamada para que siguieran prestándole su caritativo apoyo y desarrolló unos pensamientos sobre la utilidad de la limosna, que creemos muy útiles para ponerlos ante los ojos de nuestros lectores. La limosna que se da en favor de las obras salesianas, observó don B osco, se extiende al cuerpo y al alma, a la sociedad y a la religión, al tiempo y a la eternidad. Se extiende al cuerpo, porque sirve para proporcionar albergue, comida y vestido a millares de pobres jovencitos recogidos en nuestras casas de beneficencia, los cuales, faltos de esta ayuda vivirían en la más triste miseria por ser huérfanos o desamparados. Se extiende al alma, porque estos jovencitos reciben al mismo tiempo una instrucción religiosa, son educados en el temor de Dios y las buenas costumbres, son ayudados de mil formas a ganarse la vida eterna y convertirse un día en felices moradores del reino de los cielos. Se extiende a la sociedad doméstica y civil, porque dichos muchachos, si entran en un taller, se capacitan con el tiempo en el ejercicio de su arte, para proveer de honrado sustento a su familia y con su industria y actividad aportarán notable ayuda al consorcio civil; si atienden a los estudios de las ciencias y de las letras, serán útiles a la sociedad con las obras de su ingenio, en este o en aquel empleo civil. Y además, tanto unos como otros, al ser instruidos, y lo que más importa, sabiamente educados, siempre serán entre el pueblo una garantía de moralidad y de orden, serán honrados ciudadanos y no causarán molestias a las autoridades (**Es15.673**))
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