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de las muchachas; de la formal institución de los
Cooperadores y las Cooperadoras aprobada por el
Gran Pontífice Pío IX, y enriquecida de gracias y
favores señalados; describió las obras principales
emprendidas y llevadas a cabo mediante su caridad
en Italia, en Francia, en España, en América; la
instalación de numerosos hospicios y talleres para
enseñar artes y oficios a los muchachos
abandonados, para capacitarlos para ganarse el pan
honradamente; de la fundación de escuelas
agrícolas para adiestrar en el cultivo del campo a
los hijos e hijas de familias campesinas y
tenerlas de este modo alejadas de ir a servir a la
ciudad, donde fácilmente correrían riesgo su fe y
sus costumbres; de la apertura de colegios por una
pensión módica para que un mayor número de
muchachos de talento pudiera recibir instrucción
junto con una cristiana educación, de donde salgan
con el tiempo buenos sacerdotes, esforzados
mjsjoneros o prudentes padres de familia; de la
institución de oratorios festivos y campos de
juego para atraer a los muchachos al catecismo,
tenerlos alejados del ocio y ayudarlos a cumplir
sus deberes de piedad y religiosidad.
A propósito de ello anunció que poco antes
había recibido un telegrama de Faenza,
comunicándole la feliz llegada de algunos
salesianos que habían sido enviados allí, para
abrir un oratorio festivo; y al mismo tiempo dejó
la esperanza de que pronto se abriría un oratorio
semejante en la misma ciudad de Casale. Habló a
continuación de las Misiones en la salvaje e
inmensa Patagonia; de las Casas ya ((**It15.790**))
abiertas allí para los hijos e hijas de los
salvajes; de la próxima partida de más misioneros
para aquellas tierras; y de una casa nueva que iba
a abrirse en el imperio del Brasil. Finalmente se
puso a hablar de la iglesia y del internado del
Sagrado Corazón de Jesús en Roma, cuya
construcción se dignó confiar a la caridad de los
Cooperadores Salesianos el Pontífice reinante León
XIII.
Después de haber hablado bastante extensamente
de las obras dichas, confesó don Bosco que él solo
no habría podido realizarlas, y ni siquiera
empezarlas, por lo que alabó, en primer lugar, la
inmensa Bondad de Dios; después la caridad de los
católicos, sobre todo de sus Cooperadores y
Cooperadoras, que sabiendo muy bien en qué se
emplea su beneficencia, quien más quien menos,
según sus posibilidades, no cesaron de abrirle su
mano generosamente. Al llegar aquí don Bosco,
dirigió a su auditorio una calurosa llamada para
que siguieran prestándole su caritativo apoyo y
desarrolló unos pensamientos sobre la utilidad de
la limosna, que creemos muy útiles para ponerlos
ante los ojos de nuestros lectores.
La limosna que se da en favor de las obras
salesianas, observó don B osco, se extiende al
cuerpo y al alma, a la sociedad y a la religión,
al tiempo y a la eternidad. Se extiende al cuerpo,
porque sirve para proporcionar albergue, comida y
vestido a millares de pobres jovencitos recogidos
en nuestras casas de beneficencia, los cuales,
faltos de esta ayuda vivirían en la más triste
miseria por ser huérfanos o desamparados. Se
extiende al alma, porque estos jovencitos reciben
al mismo tiempo una instrucción religiosa, son
educados en el temor de Dios y las buenas
costumbres, son ayudados de mil formas a ganarse
la vida eterna y convertirse un día en felices
moradores del reino de los cielos. Se extiende a
la sociedad doméstica y civil, porque dichos
muchachos, si entran en un taller, se capacitan
con el tiempo en el ejercicio de su arte, para
proveer de honrado sustento a su familia y con su
industria y actividad aportarán notable ayuda al
consorcio civil; si atienden a los estudios de las
ciencias y de las letras, serán útiles a la
sociedad con las obras de su ingenio, en este o en
aquel empleo civil. Y además, tanto unos como
otros, al ser instruidos, y lo que más importa,
sabiamente educados, siempre serán entre el pueblo
una garantía de moralidad y de orden, serán
honrados ciudadanos y no causarán molestias a las
autoridades
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