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((**Es15.656**) capacidad para más. Entonces se pensó en fundar otro y se eligió este lugar, como el más adaptado y oportuno. Fueron muchas y grandes las dificultades que se encontraron para lograr abrirlo. Al principio, las lavanderas que lo tenían en arriendo se sublevaron contra don Bosco porque se veían obligadas a abandonarlo pero se conformaron con la esperanza de mayor ganancia y con la bondad de la dueña, la señora Vaglienti. Cuando don Bosco entró en posesión, adaptó una parte de las viejas casuchas para uso del oratorio o de capilla para las funciones sagradas, que se bendijo el día de la Purísima Concepción de aquel año mismo; otra parte se arregló para escuela y recreo. Teniendo en cuenta la gran necesidad, el lugar era reducido, mas, a pesar de ello, todos los días festivos se reunían casi quinientos muchachos para misa y el catecismo, y otros doscientos asistían a diario a la escuela elemental. Este oratorio, que se llamó de San Luis Gonzaga, recibió la ayuda y los cuidados de varios socios de la Sociedad de San Vicente de Paúl y varios sacerdotes celosos de esta ciudad. Son dignos de ser recordados el teólogo Juan Borel, el teólogo Francisco Rossi, el reverendo Demonte, a quienes ya llamó Dios a recibir el premio de su celo, y otros que todavía viven y siguen sacrificándose por el bien religioso y moral de la juventud. Así se siguió adelante durante varios años, y con la caridad de algunos señores y señoras, y con la constancia e intrepidez de sus ayudantes don Bosco se enfrentó con otros obstáculos, como la feroz persecución de los golfos, instigados por cierta gente de estos contornos hostil y enemiga. Mientras tanto, la amenidad de la zona y la salubridad de sus aires atraía a la gente, se llenaban estos lugares de casas y construcciones y crecía cada año la población por los alrededores y con ella aumentaban también las necesidades religiosas. Añadióse a esto la instalación de los valdenses aquí cerca, los cuales con su iglesia y sus escuelas, con sus conferencias y otros artificios ponían en peligro la fe católica de los muchachos y de los adultos. Estas y otras circunstancias reclamaban una amplia iglesia, que facilitase la asistencia, no sólo a los muchachos, sino también a los adultos de ambos sexos, para santificar el día festivo, intruirse en la religión católica, y practicar las obras de caridad y de devoción y así precaverse mucho mejor contra las asechanzas enemigas. Al llegar aquí, pasó don Bosco al segundo punto, diciendo lo que hoy era el lugar de treinta y cinco años atrás. Y como todos podían ver lo que era, don Bosco señaló sobre todo las dificultades ((**It15.769**)) conocidas por muy pocos y que hubo que superar, para que el lugar se convirtiese en lo que era. La primera dificultad fue la carencia de medios económicos para empezar la empresa; pero se hizo una llamada a la caridad católica y comenzaron a llegar los medios para afrontar los primeros gastos. La segunda fue la compra de varios trozos de terreno y de casuchas, cuyos propietarios no se avenían a deshacerse de ellas o pretendían un precio exorbitante. Uno de ellos montó tales dificultades que a muchos les parecieron insuperables. Por causa de esto, continuó don Bosco, hubo que suspender los trabajos durante casi ocho años; pero, con la ayuda de Dios y la intervención de personas benévolas, sobre todo con el celo incansable del benemérito conde Reviglio de la Venaria, se superaron éstas y otras dificultades que fueron apareciendo después. Por fin, a primero de 1877, con el consentimiento de la Autoridad Eclesiástica, tenido desde los primeros años, se continuaron los trabajos con mucha velocidad. El,conde Eduardo Arborio Mella de Vercelli concibió y trazó los planos, dando una luminosa prueba de su ardiente amor por los edificios religiosos de estilo antiguo, y de ese su indiscutible saber arquitectónico, del que goza merecida fama; el caballero Spezia lo ejecutó y dirigió; el ingeniero (**Es15.656**))
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