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Mientras pido que tu mano nos bendiga a todos,
me considero ya el más feliz de ellos.
Turín, 30 de junio de 1884.
Tu siervo e hijo,
JUAN BOSCO, Pbro.
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Exposición de don Miguel Rúa para la Casa
Salesiana de Florencia
Florencia-Iglesia de la Inmaculada Concepción e
Instituto Pío IX.
Ya hace mucho tiempo que se pedía en Florencia
un colegio e internado para muchachos pobres
huérfanos y abandonados. Ultimamente se hizo
sentir mas esta necesidad, desde que los
protestantes empezaron, con su acostumbrado
sistema, a seducir a la incauta juventud,
valiéndose del abandono y de la pobreza para
convertirla en secuaz del error. En tal
emergencia, la benemérita Asociación Obrera
Católica, constituida en esta ciudad, que ya dio
vida a tantas obras, muy útiles para la clase
obrera, tomó también la iniciativa de recoger los
medios para proveer a esta necesidad, con la idea
de proporcionar ((**It15.757**)) a la
ciudad de Florencia la fundación de una casa
Salesiana. Reunió una considerable cantidad de
dinero a base de veladas, colectas públicas y
privadas y, a partir del mes de mayo de 1880, se
alquiló un lugar que pudiese servir para oratorio
festivo y algo de escuela, proveyéndolo de los
muebles más indispensables.
Llegadas las cosas a este punto, la benemérita
Asociación antes dicha se dirigió a S. E. Rvma. el
Arzobispo de Florencia, a fin de que quisiera
interponer su eficaz valimiento invitando al
reverendo Juan Bosco, fundador de varios otros
centros de semejante finalidad, para que quisiera
fundar también en Florencia un oratorio, escuelas
e internado para muchachos pobres. La gestión
alcanzó el fruto deseado. El reverendo Juan Bosco,
cuando vio el deseo unánime de S. E. Rvma. y de la
parte más selecta de la ciudad de Florencia y,
teniendo en cuenta los peligros que también aquí,
por desgracia, como en tantos otros sitios, corre
la juventud, sin preocuparse de las serias
dificultades que se interponían, envió
inmediatamente tres religiosos de la Sociedad
Salesiana para comenzar el oratorio festivo y la
escuela, reservándose el empezar también a recoger
a los pobres huérfanos, cuando se pueda tener un
local para ello.
La Sociedad Católica Obrera, satisfecha del
éxito de sus trabajos, envió al reverendo don
Bosco cuanto había podido reunir en dinero y
objetos diversos; y, confiando plenamente en él,
le rogó que quisiera prestar la mayor colaboración
posible al nuevo instituto con la aplicación de
sus sistemas de administración y educación.
Por su parte, el reverendo Juan Bosco con su
Pía Sociedad de San Francisco de Sales, ya fuera
por un sentimiento de agradecimiento, ya por el
aprecio y confianza puestos en él, ya por el celo
y caridad desplegados para recoger donativos entre
esos beneméritos ciudadanos, dio a la benemérita
Sociedad Obrera Católica y a todos los demás
caritativos donantes las más rendidas gracias,
rogando al Señor que derramase sus selectas
bendiciones sobre todos los bienhechores de la
obra, y secundó, después, las piadosas intenciones
de la Asociación Obrera Católica colocando la
nueva institución
(**Es15.646**))
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