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no se publicó, porque el Director del Corriere
rehusó darle entrada en su periódico.
Damos gracias a la divina Providencia por haber
ahorrado un grave escándalo a las almas, un nuevo
disgusto al Padre Santo, y una afrenta pública a
la pobre Congregación Salesiana; pero el hecho
demuestra claramente que la Curia Arzobispal
mantiene todavía con nosotros el mismo sistema, es
decir, juzga y sentencia a priori con mucha
ligereza y sin oírnos antes; demuestra que,
contrariamente a las paternales intenciones y
sabias disposiciones del Santo Padre, la Curia
aprovecha la más mínima ocasión, más aún, parece
como que vaya mendigando y suscitando pretextos
para atormentarnos y estorbarnos; demuestra
todavía que los Salesianos tienen razón para vivir
siempre con el miedo a recibir, de un momento a
otro, las más dolorosas e inesperadas sorpresas,
al modo de esos viandantes que atraviesan lugares
infestados de enemigos.
Esta situación nos ha hecho y sigue haciéndonos
mucho daño; ya que además de las graves molestias
y la pérdida de tiempo que nos ocasiona, los
Salesianos necesitan ser ayudados y alentados para
hacer todo el bien que hoy se requiere, y no
desanimados y oprimidos por quien menos debería
hacerlo. Y, además, muchos fieles y hasta
bienhechores que sólo conocen un poco las cosas,
engañados por las perversas habladurías, se turban
y entibian su entusiasmo, con lo que el espíritu
del mal sale ganando.
El Padre Santo tuvo la mejor de las intenciones
con la sugerencia Concordia; nosotros nos ceñimos
a sus deseos, aunque nos costaba sacrificar
nuestra honrilla y reputación ante el pueblo;
esperábamos al menos ((**It15.746**)) que
acabara todo, pero no ha sido así. La Curia,
persuadida de haber sido justificada por el Padre
Santo, a pesar de la sentencia de la Sagrada
Congregación en su contra, a partir de entonces
empezó a mostrarse petulante como después de un
triunfo, y sigue convirtiendo la autoridad en
arbitrio y usando de ella, no ad aedificationem
sino ad destructionem.
De lo dicho hasta aquí, resulta: 1.°, que la
Curia dificulta la labor de la Tipografía
Salesiana con su excesivo rigor en la revisión;
2.°, que ha negado el visado al volumen de una
publicación periódica exento de toda censura, y lo
negó, al fin del año, despertando suspicacias
entre los abonados; 3.°, que podía avisarnos a
tiempo sobre algunas palabras que no quería se
emplearan y no nos advirtió, lamentándose de ello
solamente cuando ya no se podía remediar; 4.°,
que, en vez de hacerlo saber al Superior, escribió
y llamó ante sí a un subalterno, que estaba fuera
de casa; 5.°, que, antes de oír a uno u otro, nos
juzgó desobedientes y testarudos, por lo cual
escribió y firmó contra nosotros una protesta en
forma de condena que, si no se publicó fue per
accidens. Por decoro y respeto a la dignidad
episcopal, quiero creer que estas disposiciones no
partieron del señor Arzobispo, sino únicamente de
sus subalternos.
Expuestas las cosas como son, las dejó al
autorizado juicio de V. E. Rvma., rogándole, al
mismo tiempo, quiera seguir protegiéndonos con su
alta autoridad y con la eficacia de sus fervorosas
oraciones, a fin de que, aun en medio de tantas
dificultades y penas, no dejemos de hacer el bien.
Finalmente con los más ardientes deseos de que
el Señor derrame sus más selectas bendiciones
sobre su veneranda persona, celebro el insigne
honor de poderme profesar con todo mi aprecio y
profundo respecto,
De V. E. Rvma.
Turín, 23 de enero de 1883.
Su humilde
y respetuoso hijo,
JUAN BONETTI, Pbro.
Congregación de los Salesjanos
(**Es15.637**))
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