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((**Es15.631**) hace con el trigo. Por eso el apóstol san Pedro pone (I Ep. V, 8), a todos los cristianos en guardia contra las asechanzas del enemigo infernal, diciéndoles: Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el diablo, ronda como león rugiente, buscando a quien devorar; y el apóstol san Pablo recuerda a los fieles de Efeso: que nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los espíritus del mal que están en las alturas (Ef. VI, 12). Y, por eso, todos los hijos de la Iglesia, sin excepción alguna, todos sin distinción de ningún genero, deben sentir temor a los fraudes y engaños del demonio; pues no hay lugar por sacrosanto que sea, donde no entre el demonio: ((**It15.738**)) acordémonos de que Satanás entró en el paraíso terrestre, que era el reino de la inocencia, y entró en el cenáculo donde estaba el Redentor con sus apóstoles; y allí tomó posesión de Judas: no hay ningún hombre tan iluminado, ni tan santo y rico de méritos, a quien no intente acercarse Satanás para echarle encima el chorro de su baba: Jesucristo permitió a Satanás que se acercara a su misma divina persona y le llevara al pináculo del templo y a la cumbre de un monte: >>nos extrañará que le permita acercarse a cualquiera de sus siervos? Y, por cierto, cuando se presenta a éstos, Satanás emplea fraudes y artes singulares y, como nos advierte el apóstol san Pablo (2 Co XI, 14), encuentra la manera de tomar la figura de un ángel de la luz: Satanas transfigurat se in angelum lucis; y sucede muy a menudo que, aunque no logre alcanzar todo el mal que querría y acabar con todo el bien, sin embargo, echa a perder y corromper alguna parte del bien y a mezclar con el bien alguna dosis del mal. Veamos, pues, al apóstol san Pablo dolerse (Flp. 1, 17) amargamente de las disensiones y discordias que turbaban la paz de los primeros cristianos en Corinto; lamentarse de algunos que predicaban a Jesucristo, no sólo para dar gloria a Dios, sino también por espíritu de contienda y oposición al mismo Pablo: y el mismo Apóstol no cesaba de prevenir a los fieles contra las insidias y los engaños del demonio y de amonestarles, de un modo especial, que estuvieran totalmente sometidos a la autoridad constituida por Jesucristo y, por medio de la humildad y sujeción, estar cada cual en su sitio de forma que se conserve en la Iglesia la perfecta unidad, paz y concordia (Ef. IV, 3). Así se explica cómo, hasta en el seno de la Iglesia Católica, haya muchas veces personas, que son manifiestamente instrumentos de santificación en manos de Dios y que, sin embargo, caigan en algunas de las asechanzas de Satanás y aparezcan las fealdades del mal junto a las hermosuras del bien, y, junto al brillo del oro, se vea lo horroroso de la escoria, y que las joyas más preciosas tengan algún grano de barro. Se explica cómo san Jerónimo buscara la paz junto a la gruta de Belén, porque, en otra parte, no le dejaban descansar las lenguas maldicientes de ciertos clérigos; cómo san Juan Crisóstomo fuera desterrado dos veces por sentencia de personajes adornados de la mas augusta condición, entre los cuales estaba san Cirilo de Alejandría; cómo san Carlos Borromeo fuera perseguido a muerte por un grupo de religiosos; y cómo san José de Calasanz encontrase la más terrible oposición donde debería haberse encontrado ayuda y aliento. Así se explica por qué hoy el Vicario de Jesucristo, León XIII, en su carta a los Arzobispos y Obispos de las provincias de Milán, Turín y Vercelli, del 25 del pasado mes de enero, haya tenido que quejarse amargamente de un periódico de Lombardía que, mientras trabaja para sostener la causa más sagrada que haya en la tierra, como es la de la Iglesia Católica, no tiene escrúpulos en arrastrar ante su tribunal a las ((**It15.739**)) veneradas personas de Obispos y Arzobispos, olvidando la terrible amenaza proferida por Jesucristo, cuando dijo a sus apóstoles y sus sucesores: Quien os desprecia a vosotros, a mí me desprecia. Qui vos spernit, me spernit (Lc X, 16), y de (**Es15.631**))
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