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((**Es15.629**)que no pudo hacer contra nosotros en el tribunal eclesiástico, lo hace con la ayuda del tribunal secular contra nuestros amigos seglares. >>Qué más? Monseñor tiene metido en la cabeza que los Salesianos han tomado parte en la distribución de una circular impresa, en la que se decía que él se unía con un editor protestante para esparcir libros contra los primeros dignatarios de la santa Iglesia y en defensa de las doctrinas de Antonio Rosmini 1, y, por eso, incitó e incita todavía al protestante a molestarnos una y otra vez, y hasta ya ha transferido la causa a los abogados. Un hecho más. Con ocasión del Congreso Católico Piamontés, celebrado en Turín, el Director de nuestro colegio de Valsálice organizó una academia literaria con los alumnos en honor del Pontífice Pío IX, de veneranda memoria y de los Obispos que habían acudido al Congreso, y también del Excmo. Sr. Duque Salviati, presidente del mismo. Pues bien; pocos días después, el señor Arzobispo hizo escribir, por medio del canónigo Colomiatti, al Director del Colegio, quejándose de que se hubiese celebrado aquella academia en la capilla interna del Colegio y exigiendo que se le pidiese perdón por escrito. Como en semejantes ocasiones y hasta para la distribución de premios a los estudiantes, se suelen celebrar dicha fiestas en las mismas iglesias públicas de la Archidiócesis, lo mismo que se había celebrado el Congreso Católico en la iglesia del Arzobispado, así ((**It15.736**)) no sabemos a qué atribuir las señaladas protestas del Arzobispo. >>Le disgustó, quizás, que hayamos dado aquel testimonio público a la memoria del gran Pontífice, y al eximio príncipe romano, que aquel día nos honraba con su presencia? Por lo menos, esos son suficientes motivos para no contar mucho con una cordial reconciliación. Hago caso omiso de otros hechos para no alargarme demasiado; y tan sólo advierto a V. E. que, desde el año 1879, en que el señor Arzobispo me impuso la dolorosa suspensión, yo no he vuelto a poner los pies en Chieri, ni siquiera a título de descanso, aun cuando aquella casa sirva de casa de campo para los Salesianos. Mi escrupulosa sumisión a las órdenes del Arzobispo agravó más mi situación, porque, al ver que vivía como desterrado de aquella ciudad, se supuso que yo había faltado verdaderamente en algo grave. Ahora me consta que se halló modo para hacer creer que yo permanecí y todavía permanezco en aquella casa a despecho de la prohibición arzobispal. Así las cosas, estoy lógicamente obligado a preguntar si se puede hacer algo más contra mí. Cuando se llega al extremo de que un acto de la más exacta sumisión, cumplido durante cuatro años, se presenta a la suprema autoridad como un acto de testarudez y de rebelión, pregunto yo si es posible una justa conciliación, cuando ésta depende de la voluntad de aquél, que envía a Roma tales informes a cargo de un pobre religioso. De todos modos, me pongo en manos de Vuestra Eminencia Reverendísima y, por su medio, en las manos del Padre Santo. Yo deseo la paz; pero una paz segura, una paz duradera, una paz que me permita trabajar de nuevo en el sagrado ministerio, sin avergonzarme ante el pueblo cristiano. Hoy no puedo hacerlo, porque las sospechas que se han hecho concebir contra mí, por la fatal suspensión y las malas patrañas que corren, son desgraciadamente confirmadas en vez de ser borradas; por 1 Alude al editor Loecher, que, en el 1881, anunció con un manifiesto y publicó una obra que se titulaba: Sobre la Luz del Entendimiento, según la doctrina de los santos doctores Agustín, Buenaventura y Tomás de Aquino, en oposición al sistema del subjetivismo propugnado por el cardenal Parocchi en la Dirección a PP. León XIII sobre la Encíclica Aeterni Patris. (**Es15.629**))
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