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Carta del teólogo Fiore al
Papa
Beatísimo Padre:
Soy un sacerdote secular de la diócesis de
Turín, pero conozco, desde jovencito, la casa y
las obras del muy caritativo y celoso don Bosco en
Turín. No puedo librarme de manifestar una pena
grandísima, que tuve juntamente con muchísimos
otros del clero turinés, al asistir al sínodo
diocesano, que celebró en Turín nuestro
reverendísimo Arzobispo el diez del corriente.
Sabedor de lo que ya había ocurrido en otras
ocasiones, me temía al ir a aquella reunión que de
nuevo tendría la pena de oír al Arzobispo
pronunciar palabras desagradables; y
desgraciadamente mi previsión se cumplió.
Ese día dirigió a su clero dos discursos, uno
por la mañana y otro por la tarde: en los dos
manifestó Su Excelencia su ánimo opuesto al
verdadero mérito. A modo de ejemplo habló de los
oratorios festivos o lugares de recreo para los
muchachos, y demostró su gran importancia. Podía
muy bien el Arzobispo presentar el ejemplo de los
oratorios festivos que hace cuarenta años
instituyó y todavía tiene abiertos el reverendo
don Bosco en los principales puntos de Turín, y
que, por medio de los Salesianos, dirige con todos
los gastos a su cargo; pero no lo hizo. Monseñor,
con premeditación mal disimulada, puso el ejemplo
de los oratorios de la ciudad de Brescia, como si
don Bosco y los suyos no existieran en Turín.
Santísimo Padre, el clero, que conoce lo que hace
desde ocho lustros, el reverendo don Bosco en
favor de la diócesis, experimentó una pésima
impresión al advertir, en el que es su cabeza, un
descuido tal hacia un eclesiástico tan benemérito
no sólo en Turín, sino en el Piamonte, en Italia,
y en otros lugares. Este es el verdadero modo de
desmoralizar al clero y hacerle perder el
favorable concepto que debería tener hacia su
Arzobispo.
Más doloroso aún fue el discurso de la tarde.
Con airada voz, se lanzó furiosamente contra los
que despliegan tanta reverencia al Papa a costa
del Obispo, tanta dependencia de la cátedra de
Pedro y ninguna de la de Máximo; atacó con
términos violentos al periodismo católico,
acusándolo de entrometerse en cuestiones que no le
pertenecen, y sin excluir ni siquiera a uno, llamó
periodicuchos impertinentes a todos aquellos
diarios que se glorían del título de católicos y
luego hacen más daño que los periódicos
irreligiosos e impíos. Parecía, en suma, oír al
pobre padre Curzi declamando unos fragmentos de su
desgraciado libelo: I vecchi zelanti. Fueron unos
instantes verdaderamente atroces y escandalosos.
íAy si los laicos hubiesen oído aquel discurso!
íAy si lo ((**It15.717**))
supieran los fieles! Aunque >>no es ya bastante
daño que lo hayan oído y lo sepan tantos miembros
del clero?
Nada digo del modo con que, de palabra y por
escrito, defiende el sistema filosófico del abate
Rosmini, como hizo todavía últimamente con la
pastoral del 24 de octubre pasado, a pesar de
saber que dicho sistema no agrada a la Santa Sede;
y concluyo asegurando a Vuestra Santidad que es
muy grande el mal que este Arzobispo hace en esta
desgraciada Archidiócesis. Si Vos, Santísimo
Padre, no tomáis una determinación, el mal se hará
irremediable, porque íguay de nosotros si se echan
a perder las cabezas, especialmente las del clero
joven!
Beatísimo Padre, perdonad a un humilde
sacerdote este desahogo del alma. Yo no me habría
atrevido a escribir esto, de no haber reflexionado
que lo ponía en manos del Vicario de Jesucristo,
el cual no se servirá de ello más que para mayor
gloria de Dios y bien de la Iglesia.
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