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a muerte. Si lograra matarle a usted, al menos me
habrían condenado inmediatamente a la horca, y así
hubiera dejado de sufrir.
Me lo tomé a las buenas y finalmente logré que
se confesara.
Otra vez iba de camino, desde Capriglio a I
Becchi, rezando el Breviario hacia el atardecer.
Al llegar precisamente a un lugar llamado la
Serra, donde empieza la bajada, me encontré, en
una revuelta del camino, con un sujeto que me dijo
muy ásperamente:
-Déme algo.
Y, mientras tanto, metía su mano derecha bajo
el sobaco y sacaba fuera un cuchillo.
Le miré un momento, le conocí y le dije:
-íHola!
El me miró sorprendido.
->>Y no te acuerdas de las muchas promesas que
me hiciste?
-íOh! Usted es don Bosco. íPerdóneme,
perdóneme, no lo sabía!
->>Ya has vuelto otra vez a este perverso
camino? Cuando estabas en el reformatorio de
Turín, me dijiste muchas veces que, si salías, no
volverías nunca más a esta vida.
Y, sin movernos de aquel lugar, le persuadí
para que se confesase. Se preparó un poco mientras
yo acabé el Breviario, y, después, él se arrodilló
en el suelo y yo me senté en una piedra; hizo él
su confesión y se fue con Dios y parece que no
tornó más a aquella vida.
* * *
Después de comer, estuvimos hablando largo rato
con mucha familiaridad y empezamos a hablar de la
buena marcha de esta casa y cómo yo tenía la
esperanza de que don Bosco encontraría las cosas
bien organizadas; y, pasando de una a otra cosa,
dijo don Bosco:
-Cuando uno va por las casas, no siempre
encuentra las cosas en su punto; es agradable
encontrarlas bien. En los primeros tiempos del
Oratorio, ((**It15.707**)) hace
unos treinta años, recuerdo que yo me creía tener
en la mano el corazón de todos los muchachos y
verdaderamente me querían de una manera
extraordinaria. Vino el reverendo Belasio para
darles unos ejercicios espirituales y después,
casi antes de que se marchase, quise preguntarle
cómo había encontrado las cosas, si había
tropezado con líos de conciencia...
Y me respondió:
-Nunca he ido a dar una misión o predicar unos
ejercicios espirituales sin que los haya
encontrado. La diferencia está en más o en menos.
Me extrañé y me parecía que no debía ser
aquella la pura verdad. Y, sin embargo, con el
tiempo, me hube de convencer de que era así
realmente: la diferencia está en el más o en el
menos. Siempre hay algunos que callan y dispuestos
a hacerlo... Y se va adelante meses y meses y
muchos años y se encuentran de éstos hasta entre
los mismos adultos y sacerdotes.
Le hice observar que en casa era yo el único
confesor y que, aunque creyese ser muy querido y
gozar de la confianza de todos, temía... Y me
respondió:
-No te ilusiones, creyendo gozar de la
confianza de todos. Siempre habrá quien menos te
lo parezca y lo es. Sin embargo, sigue tranquilo y
no es necesario que busques otros que te ayuden en
esto 1. Quien ha comenzado o está dispuesto a
comenzar,
1 Quiere decir: de un modo estable, de
ordinario.
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