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en todas sus plantas. Hay cuatro pisos, pero
rigurosamente aprovechados: despachos de los
Superiores, dormitorios, aulas, salas de recreo,
comedores y cocinas; una gran sala para clase de
música vocal e instrumental, talleres, almacenes:
es decir, necesidades que no dejan el menor rincón
disponible.
Sólo queda otra obra que nos va a ayudar mucho;
es el ala derecha, que acaba de cubrirse, pero,
antes de que sea habitable, se requiere tiempo y
dinero. El número de nuestros chicos llega hoy
casi a doscientos cincuenta, muchos de los cuales
cursan sus estudios y los otros aprenden un
oficio.
No contamos con ningún presupuesto preventivo;
solamente con la caridad de nuestras fervientes
comisiones de señoras y señores, con los
Cooperadores y Cooperadoras y otros cristianos
generosos. Pero la casa marcha estupendamente y no
hay dificultades para atender a los chicos y pagar
los pequeños gastos de cada día.
Habría que comprar dos casitas y el terreno;
pero hay una deuda que nos tiene preocupados: son
las facturas de los contratistas, a los que
debemos la notabilísima cantidad de ciento veinte
mil francos, sin incluir lo que hay que pagar
todavía para terminar el ala derecha. Es un gasto
enorme para una casa que se sostiene con la
caridad pública. Pero es una obra que Dios quiere
y, por eso, hay que buscar los medios para
terminar esta ala y llenarla en seguida de
muchachos pobres que, sin cesar, solicitan
ingresar y a los que siempre hay que estar
respondiendo con el corazón desgarrado: <>.
Nuestros registros nos dan la impresionante
cantidad de más de cinco mil muchachos pobres,
cuya petición ha habido que rechazar por falta de
plaza. Cuando hayamos concluido el ala derecha,
podremos elevar el número de internos a
trescientos cincuenta. Pero >>de dónde sacar el
dinero para pagar las deudas y llevar a término
las obras? Dios mío, >>por qué no me habéis dado
riquezas suficientes para emplearlas hasta el
último céntimo en sacar de las calles y plazas a
tantos desgraciados? íPobres muchachos! Van
derechos a la perdición, sin darse cuenta de ello.
íCuántos de ellos podrían verse alejados de la
antesala de las cárceles y ser recibidos en
nuestro Oratorio! Aquí, la ciencia, la religión,
un oficio, podría salvar su honor y el de su
familia, y, al mismo tiempo, asegurar la felicidad
eterna de su alma.
Dios mío, repito, >>por qué no me habéis hecho
rico, por qué no me dais di nero para poder
recibir en nuestra casa a todos los muchachos
pobres, para hacer de ellos buenos ciudadanos en
la tierra y buenos cristianos para el cielo,
propiciando, al mismo tiempo, un futuro grato a la
sociedad civil?
((**It15.694**)) Cierto
que no tengo la dicha de ser rico, pero sí tengo
la de poder contar con unos Cooperadores y
Cooperadoras, que son muy ricos por su buena
voluntad y caridad, que han hecho, hacen y harán
siempre toda clase de sacrificios para ayudar y
sostener la obra de Dios, la obra protegida por
nuestra gran Madre, la Santísima Virgen María.
Animo, pues, y a la labor, caritativos
Cooperadores y Cooperadoras, ánimo y a la labor.
Pero >>cómo hacer para encontrar dinero? Dios nos
lo dice: Quod superest, date eleemosynam; dad de
limosna todo lo que os sobra. Dad ahora todo lo
que os sobra al orfanato Beaujour, y el orfanato
quedará terminado.
Me diréis: ->>Qué entiende usted por superfluo?
-Escuchad, respetables Cooperadores; todo el bien
temporal, todas vuestras riquezas os han sido
regaladas por Dios; pero, al dárnoslas, nos
concede plena libertad para reservarnos todo lo
que nos es necesario. Y no más. Dios, que es dueño
de nuestras propiedades y de todo nuestro dinero,
exige una cuenta severa de todo lo que no nos es
necesario, si no lo damos según su mandato. Estoy
seguro de que si, con buena voluntad, ponemos a un
lado
(**Es15.594**))
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