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le concederá cierta y abundantemente todo lo que
no se opone al bien de su alma.
En este momento, recibo su carta del
veintinueve de agosto. Todo marcha bien;
procuremos salvar almas; Dios bendecirá nuestros
trabajos y nos dará fuerza, voluntad y gracia.
Estoy en Valsálice para los ejercicios
espirituales. Mi salud sigue mejorando, gracias a
Dios.
Dé muchos saludos de mi parte a mis dos
queridos amigos don Tulio y Paquito.
((**It15.677**)) El
cólera nos va cercando, pero hasta ahora Dios lo
mantuvo lejos. Que la Santísima Virgen quiera
seguir dispensándonos su asistencia y protección.
La bendición del cielo esté siempre con
nosotros, y créame con toda gratitud
Turín, septiembre 1884.
Su atento
y agradecido servidor,
JUAN BOSCO, Pbro.
En el mes de noviembre, esperaba don Bosco a
Paquito con don Tulio, de acuerdo con la carta que
él mismo encargó a don Pedro Pozzan escribiera a
la Condesa; pero era demasiado tarde, porque el
muchacho que cursaba el quinto de bachillerato en
el seminario de Padua, debía reemprender los
estudios. Su madre no se atrevía a pedir permiso
al Obispo, porque estaba casi segura de que se lo
negaría. Ya en otra ocasión, le había dicho
Monseñor, oyéndola hablar de don Bosco:
-Se ruega a la señora que no sólo aprecie a don
Bosco, sino también a los otros eclesiásticos.
A lo que ella respondió:
-Sí, Monseñor; yo aprecio muchísimo también a
los demás eclesiásticos, pero me concederá que no
se encuentra un don Bosco tan fácilmente. Y además
>>sabe usted lo que pienso, Monseñor? Que,
haciendo lo que don Bosco dice, uno no se equivoca
nunca, porque tengo para mí que don Bosco ve a
menudo a la Virgen, y éste es el motivo por lo que
no será nunca posible que nadie me convenza de no
prestar oído a don Bosco, cuando me sugiere algo
para mí o para mi hijo 1.
Esta es la última carta de don Bosco a la viuda
Bonmartini. Nos quedan otras dos dirigidas al
hijo: una del año 1885, cuando la mamá estaba a
punto de morir. Don Bosco le decía:
Mi querido Paquito:
Me escribes diciendo que las noticias de mamá
son muy graves. Lo siento. Todos nuestros
huerfanitos, y en todas nuestras iglesias se reza
incesantemente por ella.
1 Carta de la señora Bonmartini a don Pedro
Pozzan, Padua, 8 de noviembre de 1882.
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