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Guiol medio en broma, medio en serio de algo que
había visto en sueños poco antes de ir a Francia,
tal vez en el otoño de 1880 1.
El canónigo Guiol estaba persuadido de que era
necesario contar con una casa en el campo, adonde
enviar los muchachos de San León durante los meses
más calurosos. El siervo de Dios estaba de acuerdo
con él; e incluso añadía que era conveniente
preparar el lugar para que sirviese también de
Noviciado.
-En cuanto a la casa, continuó, la tengo ya a
mi disposición. Es un edificio espacioso situado
en una posición muy amena, rodeado de un gran
pinar, al cual se llega por unas grandes avenidas
de plátanos; una abundante acequia de agua
atraviesa de parte a parte toda la finca.
El párroco sabía que don Bosco no poseía nada
en Marsella y que no contaba con otro inmueble más
que con el colegio; faltó poco para que pensase
que el siervo de Dios era víctima de un
desequilibrio mental; por lo que un poco
desconcertado le preguntó dónde estaba aquella
quinta.
-Dónde está, no sabría decirlo, replicó don
Bosco; pero sé que existe y que se encuentra en
los alrededores de Marsella.
-Esta sí que es buena, prosiguió el párroco.
>>Y cómo puede saber que existe esa casa y que
está destinada a usted?
-Lo sé, porque lo he soñado.
->>Y cómo lo ha soñado?
((**It15.54**)) -Vi la
casa, los árboles, la finca, el agua, todo como yo
se lo he descrito y, además, a los muchachos que
correteaban y se divertían por los paseos.
El abate Guiol, que cuando don Bosco hablaba de
sueños, no lo creía un iluso, no tomó a la ligera
aquellas palabras, sino que las tuvo muy presentes
y permaneció a la expectativa. No mucho tiempo
después, algunos bienhechores ofrecieron una casa
para el fin que se deseaba; pero el Beato la
rechazó, diciendo que no era aquélla. Entretanto
los años pasaban y el vaticinio no se cumplía. En
todas las entrevistas los dos amigos volvían a
hablar de la famosa finca que se había de trocar
en noviciado y el abate reía de buena gana.
Pero don Bosco trató también del mismo asunto
con otros. En efecto, en septiembre de 1882 habló
de ello al clérigo Cartier. Este, yendo de
Marsella a San Benigno para recibir el
subdiaconado, se detuvo en Niza, donde el Beato
presidía los ejercicios espirituales de
1 Don Bosco escribía en octubre de 1883 al
canónigo Guiol: <>.(**Es15.57**))
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