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La inapetencia y el insomnio le habían obligado a
buscar los saludables aires de su castillo de
Casellette.
Muy querido señor Conde:
Con mucha satisfacción he recibido su carta.
Por los sentimientos en ella expresados, me parece
que su salud ha mejorado mucho, por lo que yo
bendigo de corazón al Señor.
Me hubiera gustado muchísimo tenerle con
nosotros estos días, que dan trabajo a tout le
monde, como dicen los franceses. Espero, sin
embargo, poder verle personalmente cuanto antes,
aquí en Turín o ahí en Casellette.
Ya sabe lo mucho que le aprecio en el Señor.
Rezo y hago rezar por usted, y todo lo que tenemos
está a su disposición.
Dios le bendiga, mi siempre querido señor
Conde, y le conceda muy buena salud. Ruégole pida
por mí, que siempre seré en J. C.
Turín, 23-5-82.
Afectísimo amigo
JUAN BOSCO, Pbro.
((**It15.651**)) Pero
el Conde no volvió a recobrar su salud 1. En el
verano probó el balneario de S. Didier, cerca de
Aosta. Hizo los ejercicios espirituales en San
Benigno durante los primeros días de septiembre.
El día veintiocho de dicho mes, estuvo un rato por
la mañana confesando en la iglesia de María
Auxiliadora. Por la noche, cenó, cosa insólita,
con apetito: parecía que todo marchaba mejor. Mas,
por la noche le vino una especie de estertor, que
le molestó bastante el sueño. Juzgando por este
síntoma que se acercaba su última hora, ya no
quiso pensar más que en Dios y en su alma.
Tenía una reliquia de la santa Cruz, que otrora
acostumbraba ponerse al cuello cuando iba al
Parlamento, porque en aquella aula tenía
precisamente en frente las partes adversae.
Colocada la preciosa reliquia dentro de una
bolsita, que se hizo poner en el brazo, la besaba
de vez en cuando, meditando en la pasión del Señor
y rogando al divino Redentor que le diera fuerzas
para padecer por su amor.
El día veintinueve volvió don Bosco a Turín muy
tarde y fue a visitarlo, poco antes de la media
noche. El enfermo le pidió por favor que le oyera
en confesión. Poco después, ante sus encarecidas
instancias, se le administró el Viático. Antes de
comulgar pidió perdón de los disgustos o
escándalos que hubiese podido ocasionar a los
hermanos, y también de todas las molestias que
hubiese proporcionado a
1 Véase: Vol. XIII, cap. VIII.
(**Es15.559**))
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