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((**Es15.541**) recordar todo lo recientemente hecho y cuanto se proyectaba hacer, don Bosco proponía la cuestión de si no era tentar a Dios y cometer una imprudencia al querer realizar tantas obras. <>, respondía él mismo, aduciendo la razón de que Dios había mostrado de diversos modos que aprobaba aquella conducta. Eran sus argumentos: las palabras de aliento de venerandos prelados, de eminentes personajes y del mismo Sumo Pontífice; el éxito de las obras emprendidas y los socorros recibidos para emprender cada año otras nuevas; la benevolencia de muchas personas buenas y la ardorosa caridad de los Cooperadores y de las Cooperadoras; las continuas ((**It15.630**)) gracias y señalados favores celestiales, concedidos por Dios y por su Madre Santísima a los que acudían a ayudarle con su beneficencia; la porfía caritativa de tantos y tantos, que desde distintas ciudades y pueblos llevaban o enviaban el fruto de sus ahorros, lo superfluo de sus bienes para el sostenimiento de las obras que se tenían entre manos. El veía en todo ello los signos de la aprobación divina. <>. Las páginas de esta historia son y seguirán siendo un documento elocuente de esta asistencia divina. (**Es15.541**))
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