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de Cuiabá. Respecto a ésta, acaba de recibirse en
estos días una desoladora descripción de monseñor
Mocenni, Internuncio Apostólico ante la corte
brasileña, el cual pide a gritos algún sacerdote
de la Orden por V. S. instituida para atender a
aquellos pobres católicos. Si pudiera escuchar
esta llamada, haría algo muy grato al Padre Santo,
y mucho más si, tomando a pechos tan urgente
necesidad, procurase organizar gradualmente en
aquel vasto Imperio un noviciado de Salesianos
indígenas.
Por lo demás, asegurándole que pondré todo mi
interés para secundar la petición que me presenta
en torno a los privilegios a conceder a su
Instituto, tengo el placer de declararme con todo
mi aprecio.
De V. S. Ilma. y Rvma.
Roma, 12 de septiembre de 1887.
Afmo. seguro servidor
L. Card. JACOBINI
Ya se consideraba al Oratorio como un gran
vivero de misioneros y a don Bosco como al hombre
enviado por Dios para promover la evangelización
de los infieles y el apostolado misionero entre
los fieles más abandonados en lejanas tierras. El
año 1882 visitaron el Oratorio dos obispos
misioneros, exalumnos del Instituto Misionero de
San Calógero en Milán. El segundo, monseñor Simeón
Volonteri, Vicario Apostólico de Ho-nan, en la
China, llegó el siete de septiembre, acompañado de
un sacerdote saboyano y de un catequista chino y
pasó allí la jornada, muy agasajado por los
superiores y los muchachos; pero no tuvo la suerte
de encontrarse, como él deseaba, con don Bosco,
que estaba ausente.
Más notable para nuestra historia fue la visita
que hizo el 26 de abril monseñor Eugenio Biffi,
nuevo Obispo de Cartagena, en Colombia. Estuvo en
el Oratorio dos días con monseñor Marinoni,
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superior del Instituto milanés. El día veintiocho
por la mañana, después de celebrar la misa de
comunidad en la iglesia de María Auxiliadora,
agradeció muy conmovido a los muchachos que le
hubieran hecho pasar con su piedad una media hora
de cielo. Tampoco él tuvo la suerte de poder
hablar con don Bosco, que se encontraba en Roma,
ni tuvo facilidad para verle en otra ocasión,
cuando iba a embarcarse en el puerto de
Saint-Nazaire. Su finalidad era la de pedirle de
viva voz misioneros salesianos, como ya lo había
hecho por carta.
Apenas volvió don Bosco a Turín, hizo escribir
inmediatamente a monseñor Marinoni esta simpática
carta: <(**Es15.539**))
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