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que confina al Norte con las provincias
inexploradas del Amazonas y del Pará, al Oeste con
las interminables y tupidas florestas de Bolivia,
al Sur con los bosques encantadores del Paraguay,
redimido otrora por los milagrosos esfuerzos de
los Jesuitas y caído de nuevo en la barbarie por
obra de Satanás y de sus emisarios en la tierra, y
que confina al Este con otras provincias
brasileñas, sin que sea posible señalar con
certeza sus líneas divisorias, porque ningún
hombre tendría el atrevimiento de avanzar por
aquellos tupidos boscajes, madriguera de animales
feroces y de hombres más feroces que las mismas
fieras. Su superficie se calcula en ((**It15.625**)) un
millón cuatrocientos mil kilómetros cuadrados, es
decir, una extensión cinco veces mayor que toda
Italia con sus islas adyacentes. En una superficie
tan inmensa apenas si hay sesenta mil habitantes
bautizados, seis mil de los cuales son todavía
esclavos 1; además, los numerosísimos salvajes de
la floresta son por naturaleza tan indomables y
feroces que no es fácil contarlos (...). Los
Salesianos no temblarán ni un instante por
intentar tan difícil empresa (...). Así, mientras
por un lado avanzan nuestros hermanos a la
conquista de las heladas playas de la Patagonia,
nosotros, bajo el azote de un sol tropical,
remontaremos ríos desconocidos (...) e iremos a
adueñarnos del corazón mismo de América (...). Y
quién sabe si, cruzando después las crestas de la
Serra dos Parecis y bajando por los ríos Arinos y
Tapajoz, no podremos llegar a darnos un día la
mano con nuestros hermanos que deben intentar las
misiones del gran Pará y de las Amazonas>>.
Esta última frase nos dice que también se
estaba preparando algo para el estado del Pará; y
realmente era así. Monseñor De Macedo Costa, al no
haber podido obtener una promesa segura de don
Luis Lasagna, escribió sobre el particular, el 27
de junio, al cardenal Ludovico Jacobini,
Secretario de Estado. Pero, un año antes, ya había
escrito a don Bosco una carta conmovedora 2, a fin
de que le enviase algunos Salesianos. Don Bosco,
después de agradecer la confianza que ponía en
nuestra Sociedad, le había asegurado que, según su
encargo, un Salesiano de Montevideo se trasladaría
al Pará para tratar personalmente la cuestión con
él. El enviado de don Bosco fue precisamente don
Luis Lasagna, el cual no tenía mandato para
determinar nada, sino únicamente para ver e
informar. Entonces el Obispo, sin más
1 La abolición total de la esclavitud fue la
última y más notable acción de don Pedro II en
1888 y la cumplió como homenaje a León XIII, cuyo
jubileo sacerdotal se celebraba en el mundo.
2 Véase Apénd., Doc. núm. 88. El Obispo
escribía en francés.
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