((**Es15.535**)allí
para atender a los hijos del pueblo. Se pensó ya
entonces abrir un instituto salesiano en los
collados de Niterói, enfrente del inmenso puerto
de Río de Janeiro.
El cortés recibimiento que le tributaron las
autoridades civiles estimuló todavía más los
buenos deseos de don Luis Lasagna. El mismo
emperador le concedió una audiencia particular en
el palacio de Petrópolis, el día de Pentecostés, y
sostuvo con él una larga y familiar conversación.
Quiso que le informara con todos los pormenores
sobre el origen de los salesianos, la finalidad de
su misión en la Iglesia, sus sistemas de
instrucción y educación de la juventud, los medios
con que lograban sostener tantas obras y los
resultados obtenidos. Cuando estuvo bien informado
de los oratorios, internados, escuelas de artes y
oficios, colonias agrícolas, misiones de la
Patagonia y de las Pampas, altamente satisfecho,
manifestó vivos deseos de ver pronto trasplantada
también a su vasto imperio la caritativa
institución salesiana prometiendo ya desde
entonces su alta protección.
Desde Río de Janeiro don Luis Lasagna siguió su
viaje hacia Pernambuco, Ceará, Maranhâo y Pará. En
todas partes fue recibido con las mayores
demostraciones de aprecio por parte de los
Obispos, que le instaban para que acudiera en
ayuda de su lastimosa situación. Cada uno de ellos
estaba al frente de diócesis inmensas, cada una
más grande que toda Italia. La de Pará, por
ejemplo, abrazaba una superficie seis veces mayor
que Francia. Y el clero era allí escasísimo, los
seminarios estaban vacíos y las órdenes religiosas
muertas o agonizantes. Visitó más detalladamente,
por orden de don Bosco, la provincia de Pará y de
las Amazonas, donde se encontró con uno de los más
grandes Obispos que ((**It15.623**)) tenía
entonces la Iglesia, monseñor Antonio de Macedo
Costa. El insigne Prelado, descubriendo en don
Luis Lasagna un hombre capaz de comprenderlo,
trazóle un cuadro impresionante de su diócesis,
falta de párrocos que conservaran la fe en las
poblaciones cristianas, y poblada de tribus
salvajes por convertir.
La larga carta, de la que hemos sacado en buena
parte estos detalles 1, contiene un pasaje, en el
que el gran hijo de don Bosco desahoga todo su
ardor sacerdotal y que no puede leerse sin admirar
los prodigios realizados por nuestro beato Padre
en la formación de sus primeros ayudantes. >>Quién
no sabe que un hombre como don Luis Lasagna, digno
de figurar junto a los mayores hombres
apostólicos, fue en
1 Don Luis Lasagna a don Bosco, Villa Colón, 24
de noviembre de 1882. Hemos recogido otras
noticias de una carta del veinticuatro de mayo,
publicada en el Boletín italiano de agosto, pero
cuyo original no se ha encontrado.
(**Es15.535**))
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