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CAPITULO XIX
UNA GRAN COOPERADORA FRANCESA
LAS piadosas mujeres que acompañaron a Jesús et
ministrabant ei de facultatibus suis (les
socorrían con sus bienes) 1, tuvieron una serie
nunca interrumpida de fieles imitadoras que, de
mil modos, socorrieron solícitamente a los
ministros del santuario y a los siervos de Dios
suscitados para especiales misiones en su Iglesia.
Es difícil, por no decir imposible, encontrar un
santo tan esquivo como don Bosco a tener
familiaridad con personas de otro sexo; sin
embargo, hubo un número extraordinario de nobles y
ricas señoras que, movidas por pura caridad
cristiana, no ahorraban sacrificios para ayudarlo
de la forma que pudieran, en su empresas. Nos
proponemos ahora presentar una de esas mujeres
providenciales, cuya figura aparece trasparente
como su nombre en cincuenta y tres cartas, que don
Bosco le escribió, y que poseemos, menos tres, en
su original francés: Mademoiselle Clara Louvet 2.
Ya hicimos algo similar con el conde Colle y no
nos parece que esté fuera de lugar, repetirlo para
la señorita Louvet. A través de innumerables
bienhechores italianos y extranjeros, cuya
izquierda ((**It15.585**))
ignoraba a menudo lo que hacía su derecha, sabemos
nosotros ahora, por diversos conductos y casi
siempre confusamente, las liberalidades, con las
que socorrieron a don Bosco; y no se llegará nunca
a escribir la historia, no diremos completa, pero
ni siquiera bastante aproximada, de la
beneficencia que le hicieron durante el curso de
su vida. Por tanto, cuando una feliz coyuntura
pone en nuestras manos
1 Luc., VIII, 3.
2 Con el deseo de dar a conocer mejor la manera
de ser de nuestro biografiado, escribe Ceria lo
siguiente: <>.
Nosotros seguiremos con el tratamiento de
cortesía, señorita, que en castellano se aplica a
la mujer soltera, y no el de damisela, que
normalmente suele aplicarse a una muchacha de
condición modesta, que presume de dama, o a una
dama cortesana. (N. de. T.).
(**Es15.503**))
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