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fondo del alma por la caridad que continuamente le
llegaba de los católicos franceses 1.
Después del recibimiento, empezaron las
audiencias. Entró en la antesala un tal José
Ciappei, de Livorno, el cual, con el hábito de
terciario franciscano, había emprendido con los
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franceses la peregrinación, sin llevar consigo
ningún dinero, queriendo por devoción vivir de
limosna, como los fervorosos romeros antiguos. Con
un poco de aquí y otro poco de allá, en el tren y
en el barco, había reunido el importe del viaje;
la comida la pedía por caridad a los piadosos
peregrinos que llevaban su canasto con
provisiones. Quizás pretendía seguir la romería
hasta Lourdes. Finalmente, pues, después de mucho
esperar, le tocó su turno para hablar con don
Bosco; pero he aquí que apareció el secretario
diciendo que don Bosco estaba muy cansado y que
pedía perdón por tener que suspender las
audiencias. Mas nadie se movió esperando al menos
poder besarle la mano.
Momentos después don Bosco se dirigía a la
cena. Los peregrinos lo rodearon. El no sabía
quién era el terciario y ninguno de los presentes
se había dado cuenta de la gran necesidad que el
pobre tenía de comer. El pobrecito se había
separado de sus compañeros para visitar iglesias y
no había estado presente en el momento de la
comida. Pensaba, una vez que hubiera visto a don
Bosco, ir a los Capuchinos para pedir algo de
comer y alojamiento.
Al verlo don Bosco, exclamó:
-íEste peregrino aún no ha comido y no sabe a
dónde ir!
Y tomándolo por la mano, mientras él estaba
fuera de sí por la sorpresa, lo llevó al comedor,
le hizo tomar asiento y le dijo:
-Coma, coma, peregrino, que lo necesita.
Y, cuando terminó de cenar, volvió a decir don
Bosco:
-Este peregrino no sabe a dónde ir a dormir.
Y mandó que le dieran una habitación.
La habitación estaba en la galería que conducía
al aposento de don Bosco. Y él deseaba
ardientemente hablar con don Bosco de cosas
espirituales. Así que, a la mañana siguiente,
salió temprano con la intención de descubrir dónde
pudiera estar a aquella hora. De pronto abrió don
Bosco su propia puerta. Corrió a él y pudo
hablarle libremente, como tanto deseaba.
((**It15.583**)) No
podemos precisar la fecha de otro episodio que
ciertamente acaeció entre 1880 y 1882 2. En él dio
el Santo a cierta señora, algo desaprensiva, una
1 Véase Apénd. Doc. Núm. 86. Véase el Boletín
Salesiano en francés, de noviembre de 1882.
2 Lemoyne lo contó a algunos, entre los que se
encontraba don Angel Lovisolo.
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