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santa la nuestra, que ya ha producido un cambio
fecundo y una saludable excitación aquí en
Castellazzo, nuestro pueblo, que podrá o deberá
tener diecisiete iglesias, podrá o deberá ofrecer
de vez en cuando el espectáculo de que pontifiquen
cuatro o cinco obispos con todo el ceremonial,
podrá o deberá, sabe Dios cómo o por qué, ofrecer
asilo a los frailes Capuchinos (sic); pero no va
en zaga a nadie por principios liberales; y, por
respeto a la ley, por reverencia a la monarquía de
Saboya, por amor a nuestras liberales
instituciones, ha merecido siempre la alabanza de
los buenos y se ha ganado el aprecio del Gobierno
y de las autoridades puestas al frente de la
provincia de Alessandria. íNo, no tendremos nunca
a don Bosco!>>
((**It15.581**)) Y no
lo tuvieron, a pesar de que una persona bien
informada, escribiese 1: <>.
Don Bosco, amigo de la paz, en vista de que
algunos del clero eran contrarios a los
Salesianos, consideró prudente retirarse y dejar
que pasara la oposición.
La carencia de personal sirvió para cubrir la
retirada.
La santidad que daba a don Bosco la fuerza para
soportar pacientemente tan villanas afrentas, era
la misma que actuaba como imán poderoso para
atraer el corazón de los buenos; precisamente el
móvil de ver y oír a un santo fue lo que atrajo al
Oratorio, al volver de Roma, a grupos de
PEREGRINOS FRANCESES.
En el mes de octubre de 1882 un grupo de
peregrinos franceses, que desde Roma habían ido
hasta Tierra Santa, antes de repasar los Alpes,
quisieron pernoctar en Turín. Después de visitar
la iglesia de San Juan Evangelista, que estaba
adornada para su inminente consagración y de orar
por la tarde en el santuario de Nuestra Señora de
la Consolación, se reunieron todos en el Oratorio.
Después de la ceremonia en la iglesia, se les hizo
al aire libre un recibimiento con música,
discursos y cánticos. Don Bosco, a quien invitaron
con insistencia, pronunció al fin unas palabras,
que brotaban verdaderamente del corazón, y con la
más cándida sencillez dieron a conocer una vez más
cuánto amaba a la Francia católica y cuánta
gratitud conservaba en el
1 Carta del arcipreste don Juan Barizione a don
Juan Bonetti, Alessandria, 26 de agosto de 1882.
Don Juan Bonetti comentó con rigor la obra del
profesor en el Boletín de septiembre. El profesor
fue premiado con una cátedra en el Liceo de Turín.
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