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alivio. Rogaron a don Bosco que subiera a
bendecirlo. Condescendió a ello y le preguntó:
->>Tenéis mucha fe?
-Ah, sí, don Bosco.
-Levantaos y poneos de rodillas.
Ayudado por los presentes y apoyándose en un
bastón, obedeció el paciente entre espasmos
dolorosos. Don Bosco lo bendijo; después, como
quisiera Brigatti valerse del bastón para ponerse
en pie, don Bosco se lo impidió. El mal había
desaparecido por completo y no volvió a
reproducirse en adelante 1.
Fue entonces cuando se oyó la inadvertida
revelación que narra Lemoyne sobre el muchacho
Carlos, resucitado, según se decía, por don Bosco
en el año 1849, sin que hubiera datos ciertos para
atribuirle a él el prodigio 2.
La primera noche, queriendo preparar a los
alumnos del colegio a que todos hicieran una buena
confesión, narró dramáticamente lo acaecido; pero,
aunque en otras ocasiones, al repetir en otras
partes la prodigiosa narración, nunca había hecho
alusión a sí mismo, aquella vez, en el calor de la
narración, pasó de pronto de la tercera persona a
la primera y dijo:
-Yo entré en la habitación... yo le dije... él
me respondió.
((**It15.573**)) Y así
prosiguió durante un buen rato, hasta que al final
volvió a la tercera persona. Uno se imagina
fácilmente la impresión de los Salesianos y de los
muchachos. Pero Lemoyne, que se encontraba entre
los oyentes, escribe:
<>.
Aquel mismo año, visitando el colegio de
Varazze, mientras los superiores besaban su mano y
le daban la bienvenida en el corredor, fijó él sus
ojos en el clérigo Francisco Ghigliotto y le
preguntó misteriosamente:
->>Cómo estás?
-Bien, don Bosco.
->>Serías capaz de reñir a puñetazos con
Pertile?
Era éste un clérigo muy forzudo.
-La verdad es que nunca he hecho la prueba,
respondió sonriendo.
1 Testimonio de don Segundo Marchisio, en su
deposición durante los procesos.
2 Mem. Biogr. Vol. III, págs. 385-86.
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