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((**Es15.474**) Dolorosa fue también la pérdida de dos mujeres, que hacían de madres a los hijos de don Bosco: la señora Paulina Pollietti de Clara, y la duquesa Ana Constanza de Laval-Montmorency, hija de José De Maistre, fallecida en Borgo Cornalense. Un pensamiento que, como se ha podido observar, acompañó constantemente a don Bosco, durante su largo viaje por Francia ((**It15.549**)) e Italia, fue el de aumentar el número de cooperadores y cooperadoras. La propaganda que hacía con tan minuciosos detalles sobre la entidad de la Obra Salesiana, tenía por fin suscitar en todas partes muchos colaboradores, que, compenetrados totalmente de su misión, le facilitasen el camino en el mundo. Así continuará haciendo hasta el fin de su vida, ingeniándose a más no poder para que ésta su creación no fuera inferior a las otras y arraigase profunda y firmemente. Otro pensamiento, que suscitaba la presencia de don Bosco doquiera fuese, era el de su santidad. Esta persuasión se adueñaba cada vez más del alma del pueblo sencillo y también de las altas jerarquías, sin excluir a los mismos eclesiásticos, de forma que se veía crecer, de año en año, en torno a él una veneración universal. En Roma, y estando presente don Joaquín Berto, mientras entraba a la audiencia con el cardenal Bartolini, monseñor Agustín Caprara, promotor de la fe en la Sagrada Congregación de Ritos, que se encontraba allí esperando turno, señalándole a un grupo de sacerdotes, les dijo: ->>Ven a ese sacerdote? Espero que estudiaremos la causa de su beatificación y que me tocará a mí hacer de abogado del diablo. No tuvo el honor de hacer ese papel, pero le corresponde la alabanza de haber comprendido quién era don Bosco y de haberlo proclamado desde entonces con toda franqueza. (**Es15.474**))
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