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-He estado por tu tierra, en Rímini. íQué buena
gente me he encontrado allí! íHan tratado al pobre
don Bosco como si hubiera sido un príncipe!
No seguiremos a don Bosco hasta Faenza, pues ya
hemos hablado de su viaje a esta ciudad, en el
capítulo décimo.
El día quince de mayo, durante el viaje de
Bolonia a Turín pareció conmoverse de repente y
dijo al secretario, que se había dado cuenta de
ello:
->>Cómo estará el pobre Franchino? Temo que
muera como Tavella.
Después se calló y se quedó pensativo. Tavella
era un aspirante, que
murió de improviso durante una enfermedad el
dieciséis por la mañana en Rubiana, su pueblo, a
donde había ido por motivo de salud.
Don Joaquín Berto, su tío, apenas ((**It15.548**)) llegó
a Turín, se enteró de que estaba agonizando y
corrió a visitarlo; pero ya lo encontró sin habla
y próximo a expirar. Estudiaba el quinto curso de
bachillerato. Su profesor, don Mateo Ottonnello,
había escrito al lado de su nombre, en el último
informe de los alumnos presentado a don Bosco:
<>. Don Bosco
quería mucho a este muchacho. Dos días después de
su muerte, dijo a los muchachos en las <>:
-Yo creo que san Luis no era mejor que
Franchino a sus años.
Tampoco vio don Bosco a su vuelta a otras
personas muy queridas. Además del ya mencionado
caballero Fava 1 habían dejado este mundo dos
ejemplarísimos sacerdotes de Turín, el teólogo
Roberto Murialdo y el canónigo Francisco Marengo.
El primero, primo del siervo de Dios Leonardo,
fundador de los Josefinos, había sido su asiduo
ayudante en la obra de los oratorios y dirigido
durante muchos años el del Angel Custodio en el
barrio de Vanchiglia; el otro, profesor de
teología en el seminario arzobispal, había sido,
desde los principios del Oratorio, maestro de
catecismo para el grupo de muchachos de la clase
más adelantada, profesor de moral para los
clérigos y en los últimos tiempos confesor
extraordinario de los internos, a quienes atendía
cada sábado por la tarde, durante horas y horas,
en el tribunal de la penitencia. El Boletín del
mes de mayo escribía: <>.
1 Véase, más atrás, la pág. 391.
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