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muchachos estar aquí, hay que organizar y mantener
sus juegos y diversiones, proveerlas de libros y
darles premios. Espero de vuestra caridad el pan y
lo necesario para la vida y para dar una buena
instrucción y educación cristiana y cívica a los
muchachos asilados y a los que se espera admitir a
continuación y que, por ser pobres y abandonados,
no cuentan con mas patrimonio que vuestro buen
corazón.
Para que vuestra ayuda responda a la necesidad,
os invito a colaborar con unas suscripciones
mensuales, aunque sean de unas pocas liras, de una
sola lira, y hasta de unos céntimos solamente, con
tal de que nadie nos niegue su pequeña o gran
ayuda.
Algunos decuriones ya elegidos y con su
correspondiente diploma 1 recibirán vuestras
suscripciones y vuestros donativos para pasarlos
después, a fin de mes, ((**It15.531**)) a
manos del Director del Oratorio salesiano de esta
ciudad, y así esperamos que nuestra obra, ayudada
con vuestra caridad, pueda progresar y hacer todo
el bien que se desea.
También allí se presentaron los socios de la
Juventud Católica y se prestaron voluntariamente
para recibir a los invitados y recoger limosnas. A
la mañana siguiente, acudieron en corporación para
acompañarlo a la estación y despedirse.
El les entregó una medalla grande de María
Auxiliadora.
Desde su llegada a Roma hasta la audiencia
pontificia, no tenemos más que estas pobres notas
que copiamos textualmente del diario de don
Joaquín Berto.
Miércoles, doce de abril. Llegamos a Roma hacia
las tres y cuarto de la tarde. Nos esperaba, en el
andén de la estación, el señor Alejandro
Sigismondi y, fuera, don Angel Savio con varios de
nuestros hermanos y otras personas de la casa y de
la iglesia del Sagrado Corazón. Encontramos al
párroco algo disgustado. Visitaron a don Bosco el
marqués Patrizi y el ingeniero ayudante de la
iglesia.
Jueves, trece de abril. Vinieron varias
personas a visitar a don Bosco. Por la tarde,
visita a la marquesa Villarios, gravemente
enferma.
Viernes, catorce de abril. Vinieron varias
personas francesas y el conde Vespignani,
ingeniero arquitecto. Por la tarde, fuimos al
cardenal Alimonda.
Sábado, quince de abril. Vino a visitarlo la
condesa Stara, de Turín.
Domingo, dieciséis de abril. Por la noche, cena
en casa de unos señores ingleses, residentes en la
parroquia.
Lunes, diecisiete de abril. Todo el día en
casa. Por la tarde, fuimos a ver al Cardenal
Secretario de Estado y al cardenal Nina, nuestro
Protector. El lunes por la tarde, vino el
caballero Marchisio, exalumno nuestro, empleado en
la Dirección General de Correos, a traer una carta
certificada para don Bosco, que contenía dos mil
liras en dos billetes franceses de a mil. Hacia la
una y media de la tarde, vino también el abogado
Leonori.
Martes, 18 de abril. Por la mañana vino de
nuevo el caballero Marchisio y don Bosco le
encargó que recogiera otra carta certificada. El
caballero Marchisio la trajo hacia el mediodía,
abrióla don Bosco y, en vez de cuatro mil liras,
como anunciaba la declaración y decía en la carta,
se encontró con cinco mil. Unos minutos después
1 Véase en el Apéndice, doc. núm. 78, la carta
de don Bosco a los cooperadores de Florencia, para
que aceptasen el cargo de decuriones.
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