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y se la levantase hasta la frente y los hombros,
tal como se hace la señal de la cruz. La cosa
resultó perfecta y la señora volvió a gozar desde
aquel momento de la libre articulación de sus
brazos, que conservó de por vida.
Don Bosco reanudó el viaje hacia La Spezia; dio
allí dos conferencias en la nueva capilla atestada
de público: una, el cuatro de abril por la tarde y
la otra, a la mañana siguiente. El día seis,
jueves santo, ((**It15.525**))
confesó a los de la casa, celebró la misa a
puertas cerradas y dio la comunión a todos.
Después del almuerzo, salió para Lucca, donde
encontró a don Juan Marenco.
íEl Oratorio de la Cruz había progresado mucho!
Dos años antes, todos deseaban tener casa,
talleres y escuelas, y ahora existía un hermoso
colegio con más de cien internos entre estudiantes
y aprendices. Pero era pequeño para responder a
las numerosas peticiones y había que agrandarlo.
Tan halagüeñas disposiciones le sugirieron la
introducción de la conferencia, que pronunció el
sábado santo, invocando la cooperación general
para aquélla y para las demás obras salesianas y
descendiendo a la práctica de este modo 1:
Puede darse el caso de alguien que tenga mil
liras de renta y que pueda vivir honradamente con
ochocientas: pues bien, las doscientas restantes
son las que entran en las palabras: Date
eleemosynam.
-Pero una necesidad imprevista, un cálculo
fallido en la cosecha, un infortunio en el
negocio...
->>Estaréis vivos para entonces? Y, por otra
parte, Dios que os ayuda al presente, >>no os
ayudará precisamente cuando hayáis dado algo por
su amor? Yo digo que el que no da lo superfluo,
roba al Señor y, con san Pablo, regnum Dei non pos
sidebit (no alcanzará el reino de Dios).
-Pero mi casa es pobre; necesito renovar el
ajuar ya viejo y anticuado...
-Si me lo permitís, entro con vosotros en
vuestra casa. Veo allí muebles muy lujosos, aquí
una mesa provista de ricos servicios, más allá una
alfombra todavía en buen servicio. >>No se podría
seguir sin cambiar estos objetos y, en vez de
adornar las paredes y el suelo, vestir a muchos
chicos pobres, que sufren y que también son
miembros de Jesucristo y templos de Dios? Veo allí
relucir la plata, el oro y adornos cuajados de
brillantes.
-Pero son un recuerdo...
->>Esperáis que vengan los ladrones a
robároslo? Vosotros no los utilizáis, ni los
necesitáis. Tomad esos objetos, vendedlos y dad el
importe a los pobres: vosotros los dais a
Jesucristo y adquirís una corona en el cielo. De
este modo, no desequilibráis vuestra fortuna, ni
os quitáis lo necesario.
->>Y aquella cajita tan bien cerrada?
-No es nada.
->>No es nada? Dejadme verla. íHola! Aquí hay
unos miles de napoleones de oro.
1 Boletín de mayo, 1882.
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