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Que el dar limosna no está solamente
recomendado, sino mandado, lo demostró el
Salvador, especialmente con la parábola del rico
Epulón y del pobre Lázaro. Había un rico señor,
dijo El, que gastaba su dinero en opíparos
banquetes y ricas vestiduras, y, al mismo tiempo,
un mendigo le pedía inútilmente algo con qué matar
el hambre. Después de algún tiempo murieron ambos.
Murió el pobre y fue llevado por los ángeles al
seno de Abrahán; murió el rico y >>cuál fue su
suerte?
Oigámosla de boca del mismo Jesús: Murió el
rico y fue sepultado en el infierno, mortuus est
dives et sepultus est in inferno. >>Y por qué
culpa? >>Acaso porque blasfemaba? >>Porque era
deshonesto? >>Porque era injusto o ladrón? El
Evangelio sólo dice que el rico gozaba con sus
bienes sin hacer partícipes de ellos a los
necesitados. Induebatur purpura et bysso et
epulabatur quotidie splendide. >>Que más se quiere
para hacer comprender que Dios quiere a toda costa
que el rico haga caridad y se muestre
misericordioso con los pobres?
Quizá algunos de vosotros digan:
-Esto es muy grave y ((**It15.519**))
espantoso.
-Tenéis razón, y siento habéroslo recordado a
vosotros, que seguramente no lo merecéis. Por el
contrario, lo hubiera recordado con gusto a
ciertos señores y señoras, que no se encuentran
aquí y que desperdician el dinero, comprando y
manteniendo varios pares de magníficos caballos,
de los que podrían prescindir y hacer ahorro, sin
detrimento de su propio decoro; a ciertos señores
y señoras, que derrochan y malgastan el dinero en
comidas y cenas, en vestidos, en galas, en bailes,
en teatros, etc., mientras que habrían podido, con
una vida más cristiana, socorrer muchas miserias,
enjugar muchas lágrimas, salvar muchas almas. A
esos sí que sería necesario hacer que resonasen en
sus oídos las terribles palabras de Jesucristo:
Murió el rico y fue sepultado en el infierno. A
vosotros, en cambio, os recuerdo las bonitas
promesas que Dios hace a quien se muestra
caritativo, a quien emplea cristianamente sus
bienes, a quien promueve y sostiene obras de
beneficencia. Dad y se os dará, dice el Señor. Y
>>qué os dará? El céntuplo en este mundo y la vida
eterna en el otro.
En el discurso anunció que impartiría una
bendición especial del Papa a los que habían
asistido y expresó el deseo de que los católicos
se animaran y sacrificaran para sostener las obras
de religión y de caridad; que había instituciones
ciudadanas y diocesanas a punto de perecer por
falta de medios; que el Arzobispo tenía el corazón
angustiado; que los bienes de fortuna podían
considerarse como una llave para abrir las puertas
del cielo o abrir de par en par las del infierno;
que rogaba a sus oyentes se ganaran con sus
riquezas muchos amigos que, a la hora de la
muerte, acudirían a recibirlos y llevarlos a las
eternas mansiones.
Los socios de la Juventud Católica se
distribuyeron entre el auditorio para recoger los
donativos. Apenas bajó don Bosco del púlpito, la
gente se agolpó a porfía a su alrededor para
decirle una palabra o besarle la mano; algunos se
arrodillaban implorando su bendición. Después
debió permanecer en la sacristía un par de horas
para contentar a los que querían verle y hablarle.
También el Arzobispo fue
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