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Cooperadoras de Liguria sobre las conferencias
dadas a los Cooperadores Salesianos en diversos
lugares; y este año tenemos la gran satisfacción
de anunciar que la primera reunión de los mismos
tendrá lugar en la ciudad de Génova, en San Siro,
el jueves día treinta del corriente marzo>>.
Advertía, además, que la invitación se extendía
igualmente a todos los que desearan conocer la pía
asociación y hacía saber que la cuestación sería a
favor del hospicio de San Vicente, que pasaba por
una grave situación económica.
Aquel mismo día recibió una cordial invitación
del excelentísimo señor arzobispo don Salvador
Magnasco, para almorzar en el palacio episcopal.
Lo acompañó don Juan Bonetti, el cual no se apartó
de su lado hasta entrada la noche y así pudo
escribir y entregar a la imprenta una amplia
relación para el próximo número del Boletín, que
debía salir el día primero de abril.
Don Bosco fue a la basílica en el coche del
Arzobispo. La encontró abarrotada de fieles. El
periódico católico de Génova, Cittadino, había
esparcido la noticia; y también lo habían
anunciado desde el púlpito los predicadores
cuaresmales. Desde aquel día en adelante, se
observó el consabido ceremonial. He aquí a grandes
rasgos el contenido del discurso. ((**It15.518**)) Dios
quiere que todos atiendan a su prójimo; hoy los
más necesitados de esta caridad son los jóvenes
pobres y abandonados. Y los medios para ayudarlos
son los oratorios festivos, las escuelas nocturnas
para aprendices, las escuelas diurnas gratuitas,
la catequesis, las fundaciones benéficas y, sobre
todo, los internados gratuitos. El hospicio de San
Vicente de Paúl, con su historia y sus
necesidades. La obligación de la limosna y su
medida. Y, como este punto fue el que más
impresionó, traemos aquí el resumen del mismo que
fue publicado en el Boletín del mes de abril.
Dios ha hecho que el pobre tenga que ganarse el
cielo con la resignación y la paciencia; y ha
hecho que el rico tenga que ganarse la salvación
con la caridad y la limosna. Algunos creen que es
lícito disfrutar de todos los bienes de fortuna
que el Señor les ha concedido; lícito
conservarlos, hacer que se multipliquen,
emplearlos a su gusto, sin hacer partícipes de
ellos a los menesterosos. Otros creen que hacen
bastante cuando dan unas monedas o prestan algún
socorro escaso y a la fuerza. Esto es una
equivocación. Jesús manda la limosna: Quod
superest date eleemosynam. Dad limosna >>y de qué?
De lo que sobra para vuestro honrado sustento.
No se me diga que esto es un consejo y no un
precepto. Con el Evangelio en la mano os respondo
que el consejo es abandonarlo todo, para hacerse
voluntariamente pobre, como los religiosos; pero
que es un precepto dar de limosna lo superfluo.
Quod superest date eleemosynam; estas palabras no
son mías, sino de Jesucristo, que nos ha de juzgar
y, ante cuyo tribunal, no valdrán pretextos ni
subterfugios.
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