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de la Costa Azul, porque, como ya observamos en
otra ocasión, residían en ella durante el invierno
personas acaudaladas, francesas y extranjeras de
las que esperaba obtener valiosas ayudas. Es muy
probable, a nuestro parecer, que fuera el conde de
Bourg, al que encontró en Toulouse, quien lo
presentase al señor Saint-Genest, dado que ambos
sostenían estrecha relación con los De Maistre.
El señor Saint-Genest fue al Oratorio el año
1883, con la esperanza de encontrarse con don
Bosco; pero éste se encontraba entonces en París y
él envió desde Turín una larga comunicación al
Figaro 1, de la que extraemos un párrafo, que hace
a nuestro propósito: <((**It15.515**))
escucha más que a él. Entonces el que observa bien
su rostro, descubre los rasgos de un hombre creado
por Dios para algo extraordinario (...). Lo que
más impresiona en él es la finura de su sonrisa,
sus ojos pícaros y un aire de bondad superior y de
voluntad indómita>>.
El hecho de ver que don Bosco recibía tantas
demostraciones de simpatía por parte de la
ejemplar nobleza francesa debió dar en rostro a
los celosos funcionarios de la policía
republicana, los cuales parece que enviaron
informes al Gobierno solicitando una intervención.
En efecto, el corresponsal parisiense de un
periódico clerófobo de Turín 2 telegrafió:
<>.
La orden de vigilancia fue expedida tan tarde,
porque el examen de los informes y las
correspondientes indagaciones requirieron su
1 El periódico parisiense la publicó en su
número del 18 de mayo de del 1883, bajo el título
de <>.
2 La Gazzetta del Popolo del 25 de abril de
1882. La Unidad Católica devolvió la pelota el
veintiséis; su artículo aparece en el Boletín
italiano de mayo.
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