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-Es necesario, dijo a las señoras, comprender
bien la finalidad de la pía Unión. Los
Cooperadores salesianos no sólo deben recoger
limosnas para nuestras casas, sino también
industriarse para cooperar con todos los medios
posibles a la salvación de sus hermanos y
particularmente de la juventud. Procuren, por
tanto, que los niños vayan a la catequesis, ayuden
personalmente a los párrocos a enseñar el
catecismo, preparen a los niños para la primera
comunión y procuren también que tengan los trajes
convenientes; difundan los buenos libros y
opóngase enérgicamente a la difusión de la prensa
irreligiosa e inmoral. Todo esto entra en el
programa de los Cooperadores salesianos.
Cuando fue conocida esta recomendación debió
gustarles mucho a aquellos párrocos que se habían
mostrado tan generosos, no sólo poniendo a su
disposición sus iglesias, sino anunciando sus
conferencias, asistiendo a ellas, tomando la
palabra y depositando, ellos los primeros, el
óbolo de su caridad en la bandeja.
No repetiremos que hubo de interrumpír las
agobiantes audiencias en Tolón; pero recordaremos
un hecho prodigioso y una predicción de la que
poseemos testimonio escrito. En Tolón, el décimo
tercer hijo de los esposos Pontevés padecía, desde
hacía año y medio, frecuentes desmayos que le
molestaban bastante, dificultaban sus estudios e
impedían su educación moral y física. La madre lo
presentó a don Bosco, el cual le dio la bendición
y le dijo:
-Animo, hijo mío; antes de la fiesta de san
Juan Bautista estarás curado.
Fiándose de la palabra de don Bosco, que
consideró como oráculo del ((**It15.501**)) cielo,
la señora dejó de darle los medicamentos
prescritos por los médicos. A partir de aquel día,
cesaron los ataques del mal, el muchacho recuperó
su bienestar y no le quedó ni rastro de su
enfermedad 1.
Una religiosa de la Sagesse, que vivía en
septiembre de 1932 en la casa de Saint-Laurent sur
SŠvres, guardó memoria de su predicción 2. La
anciana religiosa decía con toda sencillez que se
acordaba muy bien de aquel petit bonhomme noir et
maigre comme un clou (aquel viejito de negro y
flaco como un clavo). Lo había visto en 1882 en el
Hospital Marítimo de Tolón, atendido por sus
hermanas, que eran unas cincuenta. Don Bosco, que
fue a visitarla, pidió provisionalmente a dos de
ellas para abrir enseguida un orfanato en Gien y
confiarlo
1 Carta del abate J. Rostand a don José
Ronchail, Antibes, 16 de diciembre de 1882.
2 Carta del reverendo Pastol a don Agustín
Auffray, Lieja, 4 de septiembre de 1932.
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