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Partió de Marsella el 20 de febrero y parece
que no se paró hasta La Ciotat, población marítima
e industrial ((**It15.499**)) en el
camino de Marsella a Tolón. Era la una y media.
Fue recibido en la iglesia por numerosísimo
público, al que habló y pidió limosna; después se
dirigió a la cercana parroquia de Saint-Cyr, donde
acaeció un caso singular. Invitado a almorzar por
el párroco estaba conversando con diversos
párrocos de los alrededores, invitados también,
cuando entró un sacerdote joven. Don Bosco, que no
lo había visto ni conocido nunca, salió a su
encuentro, tomóle alegremente de la mano y le
recomendó insistentemente que se resignara a la
voluntad de Dios. El otro no sabía qué responder y
pensó si se habría equivocado; pero después no
ocultó su extrañeza por aquellas palabras, aunque
no tenía ningún motivo para resignarse, ya que
todo le iba bien.
-Y con todo es así, le aseguró don Bosco.
Celebro que sea usted feliz; pero puede venir la
prueba antes de lo que se piense.
El joven sacerdote se sentó algo lejos de don
Bosco, quien repetidas veces se dirigió a él
bromeando con frases que recordaban las
anteriores. El sacerdote estaba dudando, si
debería tomar aquello en serio o en broma; mas por
fin, empezó a preocuparse. Esto ocurría el lunes
siguiente al domingo de quincuagésima. El primer
día de cuaresma estaba él sentado a la mesa con su
madre. Llegó la sopa. Tomó la madre unas
cucharadas, juntó las manos, dobló la cabeza y
murió. Entonces lo comprendió todo aquel
sacerdote, que en 1887 contó el caso a don Pablo
Albera, lleno de admiración por el gran Siervo de
Dios.
La colonia agrícola de San Isidro no distaba
mucho de Saint-Cyr; pero, como don Bosco se
entretuvo allí más de lo que había calculado para
la conferencia, renunció a visitarla, ya que no
quería faltar a la cita con los señores Colle en
Tolón. Llegó allí el veintiuno por la noche y el
veintitrés por la mañana dio la conferencia en la
Catedral. Encontró la iglesia llena de fieles. El
tema fue el de costumbre y como de costumbre
también, fue la atención del público. Después del
mediodía reunió en la sacristía a las Cooperadoras
solamente, que estaban muy interesadas por ayudar
especialmente al orfanato de San Isidro. ((**It15.500**)) Ante
la propuesta de don Bosco todas se comprometieron
a dar una cuota mensual para asegurar a la pobre
casa los medios con que hacer frente a los gastos
más urgentes de cada día. También las exhortó a
ampliar el círculo de las contribuyentes
estimulando a incorporarse a otros miembros de sus
familias o de sus amistades.
Dijo que hubiera querido reunir a los
cooperadores, de no haberle faltado tiempo; pero
no quiso omitir un punto de suma importancia.
(**Es15.432**))
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