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los Salesianos la dirección, sino que sólo se
pretendía de ellos una ayuda para la misma. Y, con
una base de este género, no era posible entenderse
1. Don Bosco, a quien no debió ((**It15.498**)) pasar
inadvertida aquella segunda intención, no se
apresuró a poner término, sino que esperaba seguir
tratando, por lo que debió respirar tranquilo
cuando oyó la solución que decíamos. Existe en
nuestros archivos correspondencia posterior con el
abate Julien y con otros de Toulouse, pero en
ninguna se hace alusión al pasado.
Todo esto no enfrió las simpatías de los de
Toulouse por don Bosco.
Gracias al celo del abate Julien se organizó en
Toulouse un buen grupo de Cooperadores cuyo primer
Director fue él. Todavía hoy existe allí una
floreciente asociación; tanto que en el mes de
diciembre de 1929 se recibió la reliquia del nuevo
Beato, con tal entusiasmo y solemnidad por parte
del clero y del pueblo, como quizá no se vio en
ninguna otra ciudad del mundo. Con todo derecho se
dijo que aquello fue una vuelta triunfal de don
Bosco a la gloriosa ciudad 2.
Los salesianos e hijas de María Auxiliadora de
Saint-Cyr y de La Navarre suspiraban por la
presencia de su amado Padre. Y él quiso
contentarlos inmediatamente después de la
conferencia de San José; pero no directamente,
sino haciendo diversas etapas en la diócesis de
Tolón.
Cuando llegó la hora de salir de Marsella,
subió a un coche en el patio del colegio atestado
de gente, que se arrodilló esperando la bendición.
Don Bosco contempló el espectáculo y,
profundamente conmovido, murmuró para sí, pero de
modo que don Pablo Albera pudo oírle:
-íQué cosa más grande es el sacerdote!
En aquellas manifestaciones de veneración él no
veía más que actos de respeto por la dignidad
sacerdotal. Durante los días siguientes, muchos no
acababan de convencerse de que don Bosco se había
marchado de veras, porque corría la voz de que
estaba todavía escondido en casa 3.
1 No se dejó de lado la cuestión, ni dejó de
comentarse. La señora Leocadia Orloff escribía a
don Bosco, desde San Remo, el 12 de mayo de 1883 y
le decía: <>.
2 Escribe Tournier (Les Ubaldini de Toscana,
Dante et Toulouse: Toulouse, Andrau y Laporte,
1933, pág. 48), evocando este suceso en una de sus
conferencias, que entonces <>.
3 Proc. verb., 24 de febrero de 1882.
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