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escribe el periódico ya varias veces citado,
demuestra su sencillez, la reputación de virtud
que goza don Bosco entre nosotros>>.
Asediado hasta el último instante por toda
suerte de personas, dijo al subir al tren, a quien
le esperaba a su lado:
-Yo espero que Toulouse ofrezca una columna
para la iglesia del Sagrado n de Jesús en Roma, en
la cual se grabe el elogio que hizo Pío IX de esta
ciudad, cuando la saludó llamándola Tolosa fidelis
(la fiel Toulouse).
Ya corría una suscripción para costear una
columna en la proyectada basílica de Montmartre;
pero La Semaine abrió otra suscripción para la
destinada a la del Castro Pretorio, y daba la
razón con estas palabras: <>. A un
religioso francés ((**It15.497**)) que,
calculando los millones absorbidos por el voto
nacional, pronosticaba a don Bosco la poca suerte
que tendría en Francia su cuestación por la
iglesia de Roma, le respondió:
-íQué mal conoce usted su país! Francia tiene
oro para todas las necesidades y da sin cesar y
sin cansarse. A pesar de todas sus tempestades y
pruebas, siempre es para quien la conoce bien, y
don Bosco lo sabe, siempre es la generosa Francia.
Los hechos le dieron plenamente la razón. La
suscripción obtuvo tres mil quinientos cincuenta y
siete francos, algo más de lo que se necesitaba
para la columna, que en la basílica romana dará
testimonio de la generosidad francesa de Toulouse
1.
En cuanto a enviar a los salesianos, don Bosco
manifestó su buena voluntad; pero no ocultó que
había mucho que hacer antes de que se pudieran
cumplir los deseos de aquellos buenos amigos. Los
locales eran insuficientes; además, era
imprescindible dotarlos de talleres en casa, para
que los muchachos no tuvieran que ir a trabajar
fuera de ella. Sus observaciones se tomaron muy en
serio y enseguida se comenzaron algunos trabajos.
Se quería a los salesianos para octubre, pero era
demasiado pronto. Por otra parte, se despidió al
personal antiguo para que buscara colocación y,
por consiguiente, no se podía seguir adelante; por
lo que, en 1883, fueron llamados otros religiosos.
Pero había, además, una dificultad mayor para don
Bosco. En un anuario del orfanato 2 se lee entre
líneas que no se quería entregar a
1 La monografía de Tournier tiene un apéndice
con la lista de todos los que contribuyeron de
algún modo; así figura en ella el Cardenal con
veinticinco francos.
2 L. c. págs. 81-2.
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