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En Lyon y en muchas otras ciudades de Francia,
florecía otra institución misionera, llamada Obra
Apostólica, establecida por celosas señoras que
recogían socorros en especie, para enviarlos a las
misiones pobres. Don Bosco, que ya había recibido
algo de su caridad, fue a darles una conferencia.
También ellas deseaban verle y oírle. El se
imaginaba que iba a encontrarse con un grupito de
buenas señoras; pero, se vio ante una imponente
asamblea. íBendito el que viene en nombre del
Señor!, fueron las palabras de saludo de la
presidenta. Y, después de exponer la finalidad de
la Obra, de contar las dificultades que había
vencido y hacer ver su importancia, rogó a don
Bosco que le revelara a ella y a sus colaboradoras
el secreto de los éxitos de la obra Salesiana,
esto es, una confianza ilimitada en la divina
Providencia, un entero y ((**It15.482**)) filial
abandono en las manos de la dulce y siempre Madre
Auxiliadora. Por fin, animó a sus compañeras a
ayudar con todo entusiasmo a don Bosco,
presentándoles al vivo cuánto lo necesitaba.
Don Bosco agradeció la gran bondad con que le
habían recibido, recordó que había experimentado
sus efectos, especialmente con los dos altares
portátiles que ya se estaban usando en la
Patagonia. Ponderó después la nobleza de su
programa, que les hacía cooperadoras de los
Misioneros en su trabajo por la expansión de los
beneficios de la Redención. Describió las
condiciones en que se desenvolvía el apostolado de
los Salesianos en la Patagonia y narró algunas
aventuras de las últimas expediciones. Prometió
dar a conocer a los Misioneros los nombres de las
presentes, para que los impusieran en los nuevos
bautizos, por lo que rogaba a la Presidenta se los
escribiera en una nota. Les exhortó, además, a que
se inscribieran todas en la Pía Unión de los
Cooperadores y Cooperadoras, exponiéndoles su
carácter, sus orígenes y su desarrollo. Terminó
asegurándoles que hablaría de ellas al Papa cuanto
antes le fuera posible, y, diciéndoles que, por
especial concesión, estaba autorizado para
impartirles la bendición papal con indulgencia
plenaria, con las acostumbradas condiciones, las
bendijo. La asamblea se disolvió, después de los
saludos de recíproco agradecimiento.
Fue invitado también, por aquellos días, a una
reunión extraordinaria de los dirigentes y
miembros principales de las diversas obras
católicas lionesas. Acudieron a escucharlo más de
ochenta personas, invitadas personalmente por los
organizadores de la Conferencia. Su charla, en
esta ocasión, versó sobre la actividad educativa
de los Salesianos, sobre todo en los colegios en
favor de la juventud pobre y abandonada,
resaltando sus ventajas religiosas y sociales y
haciendo
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