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las estepas patagónicas predicando y bautizando.
Se estudiaba como fundar en aquellas tierras
extremas de América del sur tres vicariatos
apostólicos.
Para ello tropezó don Bosco con una dificultad.
Le decían por un lado las Congregaciones Romanas:
-Si quiere vicariatos apostólicos, tiene que
aumentar el número de sus misioneros.
Por otro lado, la Obra de la Propagación de la
Fe le decía:
-Si quiere nuestra ayuda, es necesario que sus
misioneros no dependan de una diócesis, sino de un
vicariato apostólico.
>>Cómo salir de aquel cerco? >>Cómo tener
Misioneros sin medios? >>Y dónde encontrarlos, si
la Propagación de la Fe le negaba su apoyo
material y moral? Y, entonces, con datos
geográficos en la mano, hizo presente a su
auditorio la extensión de la diócesis de Buenos
Aires para sacar en conclusión que, con todo
derecho, la Propagación de la Fe podía considerar
como país de misión todo el territorio situado más
allá del río Colorado.
Rogóle el presidente a continuación que le
proporcionara datos precisos sobre el estado
actual de la Misión, ya que los reglamentos de la
Obra no permitían ayudar en Europa a centros
destinados a la formación de misioneros, como don
Bosco había solicitado; pero que se podían
agenciar recursos para los viajes de Misioneros
que se dirigían directamente a lugares de Misión;
y de todos modos no se podía tomar ninguna
decisión hasta no poseer datos precisos.
((**It15.480**)) Uno de
los dirigentes preguntó a don Bosco cómo había
podido él solo, y en tan corto tiempo, hallar
fondos para hacer frente a los ingentes gastos,
que indudablemente se le habían presentado.
-íLa divina Providencia!, exclamó don Bosco,
levantando los ojos y los brazos al cielo.
Y contó un caso que le había sucedido pocos
días antes en Turín.
-Estaba para llegar el empresario que se había
hecho cargo de los trabajos de la iglesia del
Sagrado Corazón en Roma y venía para cobrar quince
mil liras. Debía yo tenerlas preparadas para las
cinco de la tarde. >>Cómo arreglármelas cuando, a
las cuatro y media, no había nada en caja?
Como solía hacer en casos semejantes, don Bosco
mandó a algunos muchachos a rezar ante el
Santísimo Sacramento, y he aquí lo que ocurrió.
Llegó al Oratorio un sacerdote forastero, que
pedía hablar con él. Le acompañaron a su presencia
y contó cómo, a fuerza de ahorrar, había reunido
ocho mil liras, que estaba decidido a dejar en
testamento a don Bosco, y que un amigo suyo estaba
dispuesto a
(**Es15.416**))
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