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habría preferido enviar a otro, no se atrevió a
contrariar una designación tan manifiesta. El
joven clérigo partió. Su aparición en el Oratorio
causó extrañeza a todos, puesto que sólo hacía un
año que había salido de allí; pero don Bosco le
llamó al comedor de los Superiores y dijo a los
Capitulares:
-El clérigo Saluzzo ha venido para estar con
don Joaquín Berto a mi lado, y no deberá tener más
ocupaciones que las que don Joaquín Berto y yo le
demos.
Don Miguel Rúa, don Juan Cagliero y todos los
presentes le felicitaron, alegrándose con él.
Ya cuando era estudiante, don Bosco le empleaba
para hacer recados a casa de los bienhechores en
Turín; además, en las principales solemnidades, le
llamaba para servir a la mesa a los Superiores e
invitados. De esta forma, sumando los dos
períodos, aunque no siempre en las mismas
condiciones, vivió durante catorce años junto al
Siervo de Dios, disfrutando casi de su
familiaridad. Recordando aquellos tiempos ya
lejanos, nos escribe:
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religiosa salesiana, mi fe en el Beato y en sus
reglas>> 1.
El año 1881 había en el Oratorio otro clérigo,
que derrochaba vida y salud, deudor también de un
particular tributo de gratitud a la bendita
memoria del querido Padre. Aquel año tenía que
prepararse a un examen, para el que necesitaba
estudiar una materia que le gustaba muy poco. Se
presentó a don Bosco y, como entonces se
acostumbraba, le expuso con llaneza su
preocupación y además, que tenía poco tiempo libre
para dedicarse a aquel estudio. Don Bosco le
dirigió una de aquellas sus miradas subyugadoras
y, haciendo que se sentara junto a él, le dijo:
->>Eres amigo de don Bosco, no es cierto? Pues
bien, hagamos así. Dos o tres veces a la semana, a
esta misma hora (eran cerca de las seis), vendrás
aquí conmigo. Si don Joaquín Berto pusiera
dificultad
1 Carta, Sondrio, 31 de mayo de 1933.
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