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((**Es15.388**) para que firmara; algunos, después de haber escrito, le cambiaban la pluma para conservar como precioso recuerdo la que él había usado. UNA INVITACION Continuaba siendo don Bosco un comensal deseado por las familias nobles de Turín, aunque no podía aceptar invitaciones con la misma frecuencia que antes. Su conversación, edificante y amena, alegraba los corazones afligidos y era una suerte para los hijos 1. ((**It15.447**)) Ordinariamente aquellos señores no le dejaban marchar con las manos vacías, sino que compensaban la caridad espiritual con espléndida liberalidad material para sus muchachos y sus obras. A primeros de enero deseaba el conde de Castagnetto 2 celebrar el año nuevo con él y algunos amigos más; pero, sabiendo lo comprometido que solía andar, dejó a su elección el día de la reunión. El conde César Trabucco de Castagnetto, que murió el mismo año que don Bosco, antes y después de que le nombraran senador, había tomado parte activa en la política del <> italiano, pero sólo hasta 1870. Católico convencido, el dos de diciembre de aquel año habló ante el Senado en Florencia contra la aceptación del plebiscito de las provincias romanas y el veintiuno de enero siguiente contra la ley de las garantías; después, como muchos otros de la nobleza piamontesa, se retiró a la vida privada y se dedicó a las obras de beneficencia y a la acción católica. Don Bosco que, a su vez, no quiso romper las relaciones con el Gobierno establecido en Roma, no perdió punto del aprecio y confianza de los hombres de este modo de pensar, ya que era evidente su honorable firmeza en dar a Dios lo que era de Dios y al César lo que era del César. Así, pues, respondió amablemente a la cortés invitación: Muy querido y excelentísimo señor Conde: Su gran bondad deja a mi elección el día para celebrar en su compañía el nuevo año y yo le agradezco la invitación y la libertad de señalar el día. Prefiero el trece del corriente, que es jueves y no está dedicado a la mudable luna, ni al guerrero Marte, ni a Mercurio protector de los ladrones, sino a J úpiter que, por ser el dios supremo del Olimpo, debe tener un poco de honestidad. 1 Con frecuencia iba a Borgo Cornalense, a casa de los señores De Maistre. Cuando el conde Eugenio le veía aparecer, exclamaba en plan de chanza: -íVálgame con el incordio! Fue él uno de los nobles turineses que ayudaron a don Bosco, al principio, a enseñar el catecismo. 2 Véase M. B. Vol. XIII, págs. 331-3. (**Es15.388**))
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