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ello no influía en la cordialidad de sus
relaciones con ellos. Dio una prueba edificante en
la ocasión de que hablamos.
El día anterior al de la conferencia fue a
Borgo San Martino para la fiesta del colegio y,
mientras esperaban la hora ((**It15.443**)) de la
comida, comenzó a discutir con don José Bertello,
su franco y ardoroso contrincante sobre el
rosminianismo. Acabó éste por decirle:
-Mire, Monseñor, si por un imposible llegara yo
a ser obispo, exigiría a mis clérigos que
estudiasen de acuerdo con las normas que parten de
Roma.
-íRoma! íRoma!, respondió el Obispo: >>sabéis
qué es Roma? Es como un peñón en medio del mar. El
Papa está en lo alto, en medio del aire sereno;
pero abajo se sobreponen las olas y chocan y
azotan sin cesar. Son los Jesuitas quienes
combaten sin descanso a Rosmini y a los
Rosminianos.
Y tanto se entusiasmó, que los comensales se
impacientaron por la tardanza. Al fin, don José
Bertello le interrumpió diciendo:
-Vamos, Monseñor, no conviene que Rosmini nos
retarde más la comida.
Al día siguiente reanudaron ambos la discusión
en el palacio episcopal, donde el Obispo había
invitado a comer a don Bosco, con don Juan
Bonetti, don José Bertello y varios sacerdotes
más. Durante la comida, los dos contendientes no
dejaron de discutir del principio al fin. Por
último, el Obispo, observando cómo León XIII
siendo Papa no había impuesto que se abandonara el
sistema rosminiano, afirmó que no había obligación
de seguir sus opiniones privadas.
-Hoy, decía él, el actual Pontífice, como
filósofo, tiene una tendencia; después de él,
vendrá otro que tendrá opinión contraria; por
tanto, para no tener que cambiar de sistema
filosófico a cada relevo de Papa, siga cada cual
el que mejor le parezca; para mí el mejor es el de
Rosmini.
>>Cuál era la posición de don Bosco? Don Bosco
escuchaba la disputa en silencio, sin que el
Obispo, enajenado por el ardor de la polémica,
reparase en los demás comensales. Por fin, para
acabar la discusión, tanto más que Monseñor
apelaba a él en demanda de su última observación,
empezó a decir con toda calma:
-Yo soy el superior de la comunidad; quiero
dejar a mis subordinados un recuerdo que les sirva
de norma en casos como el presente y otros que
puedan presentarse en lo porvenir. Veo, pues, que,
en una cuestión filosófica ((**It15.444**)) o
teológica, muchos filósofos y teólogos sostienen
una opinión que consideran la mejor, mientras que
otros tienen por mejor otra diferente. Las dos
opiniones tienen doctos defensores,
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