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Pero cada año lo habían divulgado y hecho amar
más los abundantes sacerdotes diocesarios que
habían estado bajo sus paternales cuidados en el
Oratorio. Las numerosas vocaciones de Salesianos y
de Hijas de María Auxiliadora nacidas en la
diócesis y las generosas limosnas enviadas a Turín
para las diversas expediciones misioneras eran un
testimonio del cariño general a la pía Sociedad.
De tales sentimientos fue una nueva prueba la
primera conferencia salesiana que se dio en la
ciudad el 17 de noviembre de 1881. La consiguieron
los Cooperadores, que trataron directamente de
ella con el Obispo. Monseñor Ferré no sólo la
aprobó, sino que escribió por su mano a don Bosco
y dispuso que los párrocos de la ciudad hablaran
de ella a los fieles desde el púlpito. Llegó la
voz hasta los pueblos lejanos y atrajo a muchos
forasteros, de manera que aquel día la iglesia de
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Felipe, aunque muy espaciosa, apenas si pudo
contener a la muchedumbre que acudió a escuchar la
palabra del Siervo de Dios.
El se atuvo a su esquema predilecto. Presentó
primero, como en un cuadro, el desarrollo de la
actividad salesiana desde los principios del
Oratorio hasta la reciente apertura de la casa de
Faenza y el próximo ingreso en Brasil, iluminando
su exposición con las admirables actuaciones de la
Providencia, que siempre intervenía oportunamente
por medio de los Cooperadores. Pasó después a la
limosna, considerada como un deber religioso y una
verdadera necesidad social 1.
El Obispo, que presidía, tomó la palabra y,
haciendo ver el dedo de Dios en las obras
enumeradas, estimuló al clero y al pueblo a la
cooperación, señalando el mérito de don Bosco y de
sus hijos en los campos de la buena educación de
la juventud, en la evangelización de los infieles
y en la construcción de la iglesia dedicada al
Sagrado Corazón de Jesús en Roma.
Tenía este Obispo gran afecto por don Bosco.
Siempre le quiso mucho, aunque no siempre le
correspondió en algo que estimaba tanto como las
niñas de los ojos 2. Diez volúmenes sobre la
teoría de los Universales atestiguan su estudio
prolongado y su gran amor por las doctrinas
rosminianas. Se pasaba a veces noches enteras
leyendo y escribiendo sobre su filósofo; con
cualquier persona un poco culta con quien
entablase conversación, entraba derechamente en lo
más vivo de la cuestión rosminiana. Don Bosco y
los suyos no estaban dispuestos a seguirlo en
aquel terreno, y lo sabía él muy bien; pero
1 El Bollettino Salesiano de diciembre dio un
amplio informe de esta conferencia (Véase: Apénd.
Doc. núm. 69).
2 Véase, M. B. Vol. XIII, págs. 26 y 27.
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