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inútil y fuera de lugar. Por tanto, envío catorce
liras para saldar mi cuenta con la Librería
Salesiana, de acuerdo con la factura que devuelvo;
y añado mil cuatrocientas liras sin coma, a
entregar a don Bosco para la construcción de la
nueva iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en
Roma. ((**It15.414**)) Esta
última cantidad la había ido recogiendo poquito a
poco, ahorrando acá y allá, para pagar los gastos
de una obra pía que he emprendido y aún no he
terminado. Pero la coma fuera de lugar me ha hecho
cambiar de parecer, y me ha traído a la memoria la
frase: Qui cito dat, bis dat (quien da con
prontitud, duplica el don). Que reciba, pues, don
Bosco con agrado mi ofrenda, a cambio de una
fervorosa oración a ese adorable Corazón, que
tanto nos amó y nos ama. Usted confórmese con las
catorce liras y su correspondiente coma, que se
harán célebres en los anales de las finanzas
salesianas>>. Este buen ejemplo, que se dio a
conocer en el Boletín sin indicación del nombre,
produjo su efecto, pues animó a lectores de
diversos lugares a imitar el ejemplo, enviando a
don Bosco limosnas destinadas a las obras que se
harían en otra ocasión 1.
Pero las dificultades para continuar las obras
no eran solamente de orden económico. Fueron
infinitas las contrariedades procedentes de la
antigua Comisión para la empresa, presidida por el
marqués Mereghi 2. Era necesario deshacer los
contratos antiguos que llevaban su firma y
liquidar las cuentas pasadas; pero los interesados
alegaban derechos y pretensiones exorbitantes. El
mismo presidente, considerando a los Salesianos
como si fueran intrusos, los denunciaba a las
autoridades eclesiásticas como gente intratable e
inmoral. Se había formado a su alrededor, contra
los nuestros, una coalición de marmolistas y
canteros, dispuestos a todos los abusos; y,
todavía con más furia, arremetía el empresario,
exigiendo una retribución exagerada por su
trabajo, y con amenazas de acudir a los
tribunales. El arquitecto se inclinaba más bien a
a la parte de sus ayudantes y trabajadores. Había
motivos para creer que a este último lo
soliviantaban las relaciones que le hacía alguno
que tenía interés en crear desconfianzas y poner
tropiezos para la continuación de los trabajos.
Don Bosco ((**It15.415**)) se
trasladó a Roma en la primavera del 1882 y se
dedicó a aclarar los malentendidos existentes e
impedir que se volvieran a repetir, como se
aprecia por esta carta suya; pero, como se ve por
otra que presentamos más abajo, el arquitecto,
después de una primera conversación,
1 Véase Boletín de mayo de 1883.
2 Véase M. B. Vol. XlV, cap. XXIV.
(**Es15.360**))
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