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un camino tan claro y haberlo seguido ((**It15.394**)) hasta
el fin sin titubeos y, más aún, frente a las
equivocaciones de elevadas inteligencias, fue de
mérito sobrehumano para un hombre que se proponía
marchar en todo al contrario de las tendencias de
su siglo.
No pudo asistir a las fiestas un ausente muy
deseado, el Conde Carlos Reviglio de la Venarìa,
fallecido el año 1881. Había prestado a don Bosco
una ayuda generosa y muy eficaz en las diversas
controversias a que dio lugar desde los principios
la construcción de la iglesia. Apenas terminado el
octavario, dispuso don Bosco que se celebrase por
él en la nueva iglesia un funeral solemne, al que
invitó con una circular muy bonita a cooperadores
y amigos 1.
También invitó don Bosco a los representantes
de las letras para glorificar la nueva casa de
Dios. Contaba con don Juan Bautista Lemoyne, que
no era ningún escritor principiante, y le encargó
que ilustrara la figura del titular lo más
ampliamente que fuera posible. Escribió, pues, una
obra muy original y atrayente, al alcance del
pueblo y, además, de agradable lectura para las
personas cultas 2. El autor sitúa al Apóstol en el
lugar y tiempo en que vivió, en medio de los
personajes que dan relieve a su noble figura; el
capítulo <> es bellísimo. Trata también de sus
escritos y deja saborear los pasajes más
exquisitos de su Evangelio, ilustra los fragmentos
más notables de sus epístolas y hasta intenta
exponer brevemente el Apocalipsis, donde presenta
las primeras luchas de la Iglesia como ejemplo y
estímulo para los cristianos del día. Es feliz
aprovechando las ocasiones para rebatir en forma
popular los errores del tiempo contra la divinidad
de Jesucristo, su doctrina y de su Iglesia. Su
agilidad de estilo contribuye a que el libro sea
siempre de actualidad.
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Después de hablar del Santo se ocupa de la iglesia
a él dedicada. Sobre ella escribió una elegante
monografía el ingeniero Alberto Buffa 3, la cual,
lo mismo que la biografía de Lemoyne, estaba ya
impresa el día de la consagración. Más que el
técnico, habla el historiador, narrando las
vicisitudes que hubo de vencer la empresa, y
resumiendo las evoluciones de la arquitectura
religiosa; pero las partes más importantes son
aquellas en las que hace una detallada descripción
1 Véase Apéndice Doc. núm. 57.
2 J. B. LEMOYNE, El apóstol san Juan y la
Iglesia primitiva. Dos volúmenes de 362 y 398
páginas. Tip. Sal. 1882. Se hicieron dos
ediciones, una en lujo, al precio de cuatro liras
y otra popular, a una lira con veinticinco
céntimos.
3 A.BUFFA, La iglesia de san Juan Evangelista.
22 páginas. Turín, Tip. y librería sal. i 882.
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