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El Siervo de Dios estaba allí para recibirlo con
los debidos honores. Su Excelencia, apenas le tuvo
cerca, le dijo:
-íOh, Don Bosco!
Después se puso a conversar con otros, se
revistió, comenzó la sagrada función y se marchó
tan deprisa que don Bosco apenas pudo saludarlo y
acompañarlo al coche, sin tener la comodidad de
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decirle una palabra.
Sin embargo, Monseñor, antes de marcharse, dijo
a los clérigos del seminario que habían ido para
servir al altar y que eran exalumnos del Oratorio
en su mayoría:
-Id a oír la misa de don Bosco.
No apareció mas para pontificar en los días del
octavario, aunque don Bosco le había invitado muy
encarecidamente 1.
El ver coronados finalmente los afanes y
solicitudes de tantos años, el esplendor de las
fiestas y la afluencia de tanto público consolaron
mucho el corazón de don Bosco; si hubo alguna
amargura la escondió en su interior, y nadie
sorprendió en él una alteración momentánea en su
rostro, ni oyó de sus labios una palabra, que
revelase ningún pesar interior.
Hasta el cielo pareció que quería contribuir a
que resultara más bello y alegre el
acontecimiento. En efecto, por la tarde y por la
noche de la víspera, llovió a cántaros; pero la
mañana del veintiocho, cuando llegó el Arzobispo,
la lluvia había cesado y, después de la
consagración, apareció el sol, que brilló durante
el octavario como no se había visto desde hacía
dos meses. Hacia el mediodía, apenas el repicar de
las campanas festivas anunció que la sagrada
ceremonia había concluido, abriéronse de par en
par las puertas y una oleada de gente devota
invadió la iglesia y asistió a la primera misa,
celebrada por don Bosco y ayudada por don Juan
Bautista Lemoyne y don Juan Bonetti. Por la tarde,
el mismo don Bosco predicó después de Vísperas y
describió lo que era aquel lugar treinta y cinco
años antes, y dijo lo que, gracias a Dios y a la
benevolencia de los hombres de buen corazón, sería
en breve 2.
Durante los tres primeros días del octavario
pontificaron los Obispos de Fossano, Biella y
Alba, monseñores Manacorda, Leto y Pampirio;
durante toda la semana anunciaron profusamente la
palabra de Dios elocuentes predicadores; se
celebraron funciones con esplendidez
1 Carta de don Bosco a don Francisco Dalmazzo,
Turín, 12 de noviembre 1882.
2 El Boletín de enero de 1883 dio el resumen de
su discurso, que puede leerse en el Apéndice de
este volumen (Doc. núm. 56). Existen, además,
apuntes autógrafos.
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