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Qué buscaba en realidad don Bosco, al intentar
que fuera un Cardenal, no aparece claro en
nuestros documentos. Pero don Juan Turchi declaró
en los procesos que el mismo don Bosco le había
contado que monseñor Gastaldi no quería consagrar
la iglesia ni permitía que se invitase a otro
obispo; y que entonces él, para acabar con los
chismes que ocasionaban dilación, había escrito a
la Santa Sede y desde Roma se había puesto al
Arzobispo en un dilema: que la consagrara él o se
enviaría desde allí un obispo.
El Beato, pues, siguiendo el consejo del
cardenal Nina, tomó un término medio: aplazar la
consagración para mejores tiempos y, entre tanto,
para no prorrogar la apertura de la iglesia,
obtener del Arzobispo la facultad de bendecirla.
En este sentido escribió a principios de julio:
Excelencia Reverendísima:
Los trabajos de la iglesia de San Juan
Evangelista tocan a su término y por ello los
habitantes de aquel vecindario hacen vivas
instancias para que sea abierta al público. Yo
estoy conforme con satisfacer esta expectación;
pero, teniendo en cuenta las actuales
circunstancias, me limitaría a una simple
bendición dejando la consagración para tiempo más
oportuno.
Parece que los sagrados cánones estén de
acuerdo en afirmar que el Superior de una
Congregación definitivamente aprobada por la Santa
Sede, pueda hacer la ceremonia de la bendición de
una iglesia perteneciente al propio instituto.
Mas, si V. E. tuviera alguna duda, le ruego que
explícitamente me otorgue tal facultad con las
cláusulas que requieren los sagrados ritos.
De Vuestra Señoría Reverendísima
Turín, 5 de julio de 1882.
Humildísimo y seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
Pasaron veintidós días sin recibir ninguna
respuesta; don Bosco rogó por escrito al Canciller
de la Curia que le indicase si el Arzobispo,
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ausente de Turín desde principio de mes, hubiera
dado alguna disposición respecto a su petición;
pero el Siervo de Dios ignoraba una artimaña, que
nosotros podemos revelar.
El día antes de que llegase a su destino la
carta del 5 de julio, Monseñor había salido para
el santuario de San Ignacio de Lanzo, donde
estaban reunidos unos sacerdotes para hacer
ejercicios espirituales, por tanto, la carta de
don Bosco fue abierta y detenida en la Curia. El
canónigo Colomiatti, enterado o no del contenido,
había escrito el día 6 al cardenal Nina:
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