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((**Es15.326**) transmitían a la posteridad el triste eco de un acontecimiento, que colmó de aflicción el alma de los buenos turineses. Los hechos eran recientes. Por la mañana del 11 de abril, monseñor Fissore, arzobispo de Vercelli, había consagrado la iglesia de San Segundo. Fue un acto de generosidad que, olvidando el pasado, enviara don Bosco los muchachos del Oratorio para que fueran los primeros en hacer resonar con su acentos musicales las bóvedas del nuevo templo, y con ellos también la banda salesiana para dar un concierto en la plaza después de las funciones de la tarde 1. Don Bosco se alegró ciertamente de que se inaugurara para el culto divino y se abriera al público una nueva iglesia, por la que él había trabajado diez años antes. En cambio, no se alegró de ello el enemigo del bien. Hemos narrado cómo la construcción del sagrado edificio, se había interrumpido durante varios años y, al reanudarse en 1878, se puso la intención de que fuese un monumento a la memoria de Pío IX 2. Y, para afirmar tal propósito ante la posteridad, se había colocado sobre el frontón un busto del difunto Pontífice con una inscripción que irritó los nervios de los sectarios; de ahí que, provocados por la masonería y por su gran órgano la Gazzetta del Popolo, ((**It15.374**)) estallaron tumultos en los que se cometieron desmanes que degradarían a los mismos bárbaros 3. El busto y la inscripción fueron derribados entre burlas y proyectiles por hombres furibundos, que permanecieron allí hasta acabar, con absoluta impunidad. Con estos precedentes ciertamente no era muy prudente armar bulla para la inauguración de la estatua a Pío IX; hasta llama la atención que el hecho de la colocación pasara inadvertido y sin escándalos. Hubo un incidente que ocasionó mordaces comentarios. Precisamente en el momento en que se quitaba de la fachada de San Segundo el busto de Pío IX, llegaba de la estación el carretón que transportaba la estatua de Pío IX, destinada a la iglesia de San Juan Evangelista. Y sucedió que el coadjutor Buzzetti, que buscaba hombres para descargar aquel enorme peso, se encontró con los albañiles que habían terminado la operación en San Segundo y les ordenó 1 Como quiera que en los últimos volúmenes, se ha hablado de esta iglesia y, por falta del décimo volumen, aún no conocen los lectores del todo su historia, presentamos en el Apéndice (Doc. 52) un artículo del Boletín (marzo 882), que cuenta los orígenes. Don Joaquín Berto escribía desde Roma: <>. (Carta a don Juan Bonetti, 17 de abril de 1882). 2 Véase Vol. XIII, pág. 496 y ss. 3 Para mejor conocimiento de la época, ayuda bastante leer el manifiesto publicado entonces por los estudiantes inducidos por los agitadores. (Apéndice, Doc. núm. 53). (**Es15.326**))
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