((**Es15.319**)
de hombres furiosos; eran unas voces semejantes a
las de los borrachos. Se notaba que los que
vociferaban avanzaban entre los árboles.
Don Bosco, atemorizado, huyó y la mujer corrió
tras él hasta que llegaron a la orilla de una
playa. Seguir adelante no se podía y no había que
pensar en volver atrás. Don Bosco estaba sobre
ascuas. Entretanto, aquellos individuos se
acercaban alborotando y pisoteando con despecho
las castañas que habían quedado en el suelo.
Aquí comenta Lemoyne: <>.
Don Bosco, al escuchar semejante ruido, se
despertó, pero poco después concilió el sueño y
volvió a soñar.
Le parecía estar sentado al borde de un ribazo;
a poca distancia estaba también sentada la mujer
con su canasto lleno de castañas. En la lejanía
resonaban aún los gritos de aquellos energúmenos;
parecía que se perdiesen detrás de una colina,
pero fue cosa de breves instantes.
Don Bosco tenía la mirada fija en aquellas
castañas, que eran gruesas y hermosas sobre
manera. Mas, al fijarse bien, notó que algunas
tenían el agujero hecho por el gusano.
-íOh! Mire, dijo entonces a la mujer... >>Qué
haremos con éstas? Están agusanadas.
-Es necesario apartarlas para que no echen a
perder a las sanas... Hay que despedir a las hijas
que no son buenas y no tienen el espíritu de la
casa, pues el gusano de la soberbia o de otros
vicios las corroe:
especialmente si se trata de postulantas.
Comenta Lemoyne: <>.
Don Bosco, que continuaba contemplando aquellas
castañas, tomó algunas y, al comprobar que las
podridas no eran tantas, se lo hizo notar a la
mujer, la cual dijo:
((**It15.366**))
->>Crees tú que las que quedan ahí están todas
buenas? >>No tendrán el gusano dentro sin que se
note por fuera?
->>Y cómo se podrá descubrir si están buenas o
malas?
-íAh! La cosa es difícil. Algunas saben fingir
tan bien que parece imposible llegar a conocerlas.
->>Y entonces?
-Mira; hay un medio. Somételas a la prueba de
las reglas y no las pierdas de vista. Así verás
quién tiene o no el espíritu de Dios. Es una
prueba ésta, mediante la cual difícilmente se
equivoca un atento observador.
(**Es15.319**))
<Anterior: 15. 318><Siguiente: 15. 320>