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((**Es15.315**) hijas. Veo que hay allí dos cabarets (bandejas), una con amargos y otra con bombones. (Los amargos eran de los pequeñitos, como habachiquis). Pues bien, repártalos, madre: primero un puñadito de amargos a cada hermana y después otro de bombones. Terminado el reparto, tomó otra vez la palabra don Bosco y dirigiéndose a la Madre, dijo: -Haced siempre así: a cada una y a todas unos amargos, que hacen bien al alma y al cuerpo; y unos bombones siempre, después. Don Bosco estaba en Nizza desde el día 2 para dirigir los ejercicios de las señoras y señoritas, que le daban mucho que hacer con el confesonario y las audiencias. Todas las noches, además, después de las oraciones les daba un sermoncito. Sor Angela Rinaldi recuerda que una vez desarrolló este pensamiento: -Dicen muchos que don Bosco es un santo y que hace cosas maravillosas; pero yo os he de decir que don Bosco es un pobre sacerdote; un instrumento en manos de Dios para hacer grandes cosas, es cierto, para trabajar por la salvación de las almas, especialmente de la juventud. Pero él no podrá hacer nada sin vuestra cooperación... El espera la ayuda espiritual de vuestras oraciones, avaloradas con vuestra vida verdaderamente cristiana y espera ((**It15.361**)) socorros materiales pequeños o grandes... Estos ejercicios producían siempre frutos tan abundantes que él mismo llegó a decir en 1882: -Si yo no hubiese fundado la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora, la querría fundar sólo para conseguir tanto bien. Se hallaba entre las ejercitantes la jovencita Eulalia Bosco, sobrina segunda del Beato, hija de Francisco, el hijo de su hermano José. Apenas la vio le dijo: -Tu hermana María quería entrar este año como postulante; pero la Virgen la quiere con ella en el paraíso y en su lugar te quiere aquí a ti. Quedóse sorprendida la muchacha y respondió: -No, no, mi hermana está mejor y yo no quiero hacerme monja. La hermana murió, en efecto, y la pequeña Eulalia estaba de nuevo allí, un año después, para hacerse religiosa. Todavía vive (1933), fue inspectora en Roma y hace muchos años forma parte del Capítulo Superior. Mientras atendía a las ejercitantes y a las hermanas, don Bosco aprovechaba los retazos de tiempo libres para retocar el Joven Instruido (El joven cristiano) y añadirle cosas que consideraba necesarias y oportunas. Escribía con este fin a su secretario: (**Es15.315**))
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