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y quién menos del compañero, cuando se ve obligado
a las muecas y aspavientos de los vómitos.
Cuarenta y ocho horas más tarde de la salida de
Barcelona, nos encontrábamos en la bahía de
Gibraltar. Todavía comimos juntos aquella tarde
del viernes, quietos y anclados en el puerto; y,
ya entrada la noche, nos dimos el adiós
mutuamente, invocando el auxilio de la Estrella de
los mares, María, sobre los queridos hermanos que
seguían su camino por el gran Océano, y sobre
nosotros que debíamos costear en un pequeño barco
hasta Cádiz. Esta fue la cuarta y última despedida
dada por más de uno de nosotros.
Los restantes siguieron para Montevideo, bajo
la guía de don Angel Piccono 1; la otra pequeña
expedición de dos salesianos y cuatro hermanas,
navegaba ya en pleno Océano. Una violenta borrasca
zarandeó a éstos y a aquéllos durante casi tres
días.
Mientras los pobres navegantes temían por su
propia vida, un periódico tristemente conocido; la
Crónica de los Tribunales escupía veneno contra
nuestro querido don Bosco. Habíale crispado los
nervios, sobre todo un artículo de la Unit…
Cattolica titulado <> 2; y
bajo el vistoso título de <>
lanzó contra uno y otro dos columnas de prosa mala
y perversa. Insultaba villanamente al Director del
periódico católico y escarnecía al Siervo de Dios,
mezclando con maldad, en medio de sus burlas, una
acusación y una insinuación capaces de hacerlo
odiosamente sospechoso ante ((**It15.24**)) las
autoridades gubernativas. En efecto, lo acusaba de
arrancar los hijos a los padres, las jóvenes a las
familias y los brazos a la Patria; insinuaba,
además, que, entre los que partían, podían
encontrarse algunos obligados al servicio militar,
pero que forzados contra su voluntad a librarse,
abandonaban clandestinamente Italia. Y, falseando
la verdad, evocaba de nuevo el llamado <>, que terminó del modo que sabemos. La
sucia maniobra era grave, porque entonces se
estaba debatiendo ante el Consejo Superior de
Instrucción Pública el asunto del cierre del
bachillerato en el Oratorio. El belicoso Margotti
hubiera querido locamente pagar con las setenas;
pero no dijo ni pío en su periódico, probablemente
porque don Bosco, siempre enemigo de toda
contienda, creyó oportuno dejar morir la polémica
en el silencio 3.
1 Véase: Vol. XII, pág. 503.
2 Núm. 19 (23 de enero). También L'Emporio
Popolare o Corriere di Torino publicó, en el
número 17, un artículo sobre la función.
3 Puede darse que una respuesta indirecta fuera
un artículo del 30 de enero, donde, citando las
actas oficiales de la Cámara subalpina, se
reproducían párrafos del discurso de Cavour y
de(**Es15.31**))
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