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((**Es15.31**) y quién menos del compañero, cuando se ve obligado a las muecas y aspavientos de los vómitos. Cuarenta y ocho horas más tarde de la salida de Barcelona, nos encontrábamos en la bahía de Gibraltar. Todavía comimos juntos aquella tarde del viernes, quietos y anclados en el puerto; y, ya entrada la noche, nos dimos el adiós mutuamente, invocando el auxilio de la Estrella de los mares, María, sobre los queridos hermanos que seguían su camino por el gran Océano, y sobre nosotros que debíamos costear en un pequeño barco hasta Cádiz. Esta fue la cuarta y última despedida dada por más de uno de nosotros. Los restantes siguieron para Montevideo, bajo la guía de don Angel Piccono 1; la otra pequeña expedición de dos salesianos y cuatro hermanas, navegaba ya en pleno Océano. Una violenta borrasca zarandeó a éstos y a aquéllos durante casi tres días. Mientras los pobres navegantes temían por su propia vida, un periódico tristemente conocido; la Crónica de los Tribunales escupía veneno contra nuestro querido don Bosco. Habíale crispado los nervios, sobre todo un artículo de la Unit… Cattolica titulado <> 2; y bajo el vistoso título de <> lanzó contra uno y otro dos columnas de prosa mala y perversa. Insultaba villanamente al Director del periódico católico y escarnecía al Siervo de Dios, mezclando con maldad, en medio de sus burlas, una acusación y una insinuación capaces de hacerlo odiosamente sospechoso ante ((**It15.24**)) las autoridades gubernativas. En efecto, lo acusaba de arrancar los hijos a los padres, las jóvenes a las familias y los brazos a la Patria; insinuaba, además, que, entre los que partían, podían encontrarse algunos obligados al servicio militar, pero que forzados contra su voluntad a librarse, abandonaban clandestinamente Italia. Y, falseando la verdad, evocaba de nuevo el llamado <>, que terminó del modo que sabemos. La sucia maniobra era grave, porque entonces se estaba debatiendo ante el Consejo Superior de Instrucción Pública el asunto del cierre del bachillerato en el Oratorio. El belicoso Margotti hubiera querido locamente pagar con las setenas; pero no dijo ni pío en su periódico, probablemente porque don Bosco, siempre enemigo de toda contienda, creyó oportuno dejar morir la polémica en el silencio 3. 1 Véase: Vol. XII, pág. 503. 2 Núm. 19 (23 de enero). También L'Emporio Popolare o Corriere di Torino publicó, en el número 17, un artículo sobre la función. 3 Puede darse que una respuesta indirecta fuera un artículo del 30 de enero, donde, citando las actas oficiales de la Cámara subalpina, se reproducían párrafos del discurso de Cavour y de(**Es15.31**))
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