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((**Es15.303**) vacaciones y querría que estuvieran conmigo y así creo que les ocurre a vuestros Superiores. íQué suerte la vuestra! Pero no sermoneemos. Para concluir recomendó sus tres eses, a saber, Salud, Sabiduría y Santidad, haciendo sobre cada una un breve comentario. No debemos callar que el Obispo y algunos del Clero temían que la llegada de los Salesianos pudiese perjudicar al seminario sobre todo cuando estuviera abierto el colegio, por lo que el Rector, con esta secreta persuasión, hízole observar que el número de seminaristas disminuía de año en año y se encomendó a sus oraciones. Don Bosco le respondió que no tuviera miedo, porque el Seminario de Faenza iría en aumento. Su profecía fue tan rápida y elocuentemente confirmada por la realidad, que el Obispo y el Rector decían que, aunque no fuera más que por este hecho, entendían que don Bosco era un santo. Por la tarde, predicó a trescientos muchachos. Narróles el apólogo de un padre que, al morir, entregó a su tres hijos buena simiente de trigo. Uno de ellos la guardó y no la sembró; el otro la sembró mal y el tercero la sembró bien. La moraleja fue que tal como se siembra, se recoge. Más tarde dio la conferencia, que duró casi una hora. Habló desde la tribuna, de pie, con el bonete en la mano, ante un auditorio numerosísimo, exponiendo la finalidad de su obra, totalmente dirigida al bien de los muchachos. Anunció que, a la mañana siguiente, celebraría la misa en la iglesia de San Antonio de Padua y hablaría a las señoras de la Conferencia de San Vicente de Paúl. Do quiera se dirigiese para fundar una de sus obras, don Bosco daba mucha importancia a la colaboración de las señoras piadosas a las que sabía excitar eficazmente en su ayuda. En aquella misa hubo muchísimas comuniones. Pronunció una breve plática, en la que se congratuló con las piadosas señoras y aludió a varias indulgencias y al modo de lucrarlas, les habló de la iglesia del Sagrado Corazón de Roma y les recomendó, en nombre del Padre Santo, que dieran alguna limosna. ((**It15.347**)) Víctima de una grave enfermedad, se hallaba en muy malas condiciones el conde Marcelo Cavina. El enfermo y toda su familia, dada su religiosidad y caridad, eran objeto de la veneración de la población entera. Se hubiera querido arrancar al cielo su curación, mediante las plegarias de don Bosco. El Beato se acercó dos veces a su cabecera; la segunda fue después de la función descrita, una hora antes de ponerse en marcha. Escribe don Pablo Taroni sobre los beneficios obtenidos con la visita de don Bosco a los Cooperadores, al seminario y a la familia (**Es15.303**))
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